27 abr 2014

La música más cercana #Moda #Aida Blanco

De Moda

Aida Blanco, Ourense, 19 años, cantante

José Paz









Hay melodías que suenan cercanas, es como si te las estuvieran susurrando al oído sin darte cuenta, mientras andas a otras cosas. A ella, la música le acompaña más allá del silencio, cada paso es sin duda una nota más que revolotea en el ambiente.
 Aida Blanco, sobra decirlo, es todo juventud, pero por momentos gasta el aplomo de quien tiene ya muchos años.
Insiste, que quede claro, que no quiere dar la imagen de quien no es, que ella es una chica humilde, que en esto de la música “Ni siquiera me considero una profesional”. Uno percibe en ella las mejores vibraciones. La música de fondo ha sido una constante, una banda sonora de la que era imposible escaparse, hasta llegar a la RESAD madrileña, donde se forma en interpretación musical.
  Cuenta que ha aprendido a disfrutar con todo lo que hace; la mejor filosofía, sin duda, para trazar un camino. Es optimista, alegre y risueña, todo un resorte de expresividad y vida que cobran cuerpo durante la sesión, donde no se conforma con las premisas marcadas, sino que contribuye con pequeñas aportaciones que uno incorpora a tan noble edificio.
Que el futuro nos acompañe con las mejores melodías de fondo.

*Publicado en La Revista 27/04/2014

En el espejo de Labordeta #Iconos

Iconos

 Imagen: José Antonio Labordeta.
Autor: EFE.


José Antonio Labordeta

Hay días que te dejas llevar, días que percibes que a la nave varada en la estación de los tiempos muertos, le falta emoción. “A veces -decía Cela- los hombres marchan, tratando de destruir a hachazos el recuerdo, en busca de una inmensa soledad”; no es el caso.
A la vuelta de la esquina, en la nave del recuerdo, servidor, por momentos echa de menos la rudeza de la tierra, la brusquedad de los hombres curtidos al sol, el sentir de ver pasar los días al ritmo de las cosechas. “Somos/ como esos viejos árboles/ batidos por el viento, que azota desde el mar.
Hemos/ perdido compañeros/ paisaje y esperanza/ en nuestro caminar...” Pocos himnos reflejarán la emotividad contenida, el pulso elegíaco a través de una letra de combate como esta canción, “Somos”, de José Antonio Labordeta (Zaragoza, 1935-2010). Posiblemente en la poesía, en la prosa, le quede al ser humano el clavo donde aferrarse cuando la noche se vuelva más oscura.
  Labordeta, fue profesor, poeta, cantautor y político combativo, de los que se curtieron en la trinchera a las puertas de la transición. Sus canciones eran poesía musicalizada de las que le llegan a la peña, incluso en tiempos que carecen de rima poética. Profesor, muchos reconocidos hijos de Teruel, donde dio clases -Joaquín Carbonell, Federico Jiménez Losantos, Manuel Pizarro, Federico Trillo- bebieron -en su época formativa- de sus aguas fértiles. La poesía de Labordeta se nos presenta íntima, reflexiva, de corte existencial, como mucha de su época; sus canciones, sin embargo, son de arrebato, de las que levantan el espíritu igual que un enérgico Cariñena acompañado de queso y chorizo.
Al poeta, al que estoy seguro que todo el mundo recuerda de buen grado, se le echa de menos. Él era en el Congreso -diputado de CHA-, el verso libre, la voz llana y humilde de aquel que camina ya sin dobleces y las arrugas son pura experiencia. Con la mochila nos enseñó muchos rincones, y promocionó la esencia de la cultura de raíz, la que nutre la vida en la esperanza de las cosas bien hechas. Fue la mochila, el detonante de la mueca, de la torcedura endiablada de un político sin gracia. “A la mierda", les espetó a todos, a sabiendas de que aquel grito a destiempo sería su epitafio. El grito ensordeció y sonrojó a todos. Como epitafio prefiero “Somos". 

*Publicado en La Revista 27/04/2014

20 abr 2014

De Sueños y deseos #Moda#Lucía Rodríguez#La Revista

De Moda

Lucía Rodríguez, Castro Caldelas, 30 años, Periodista


José Paz





Detrás de una mirada así, se esconden pocos secretos. Hay miradas luninosas que semejan pozos infondables, miradas cristalinas que no guardan trampa ni cartón tras un bello edificio.
¿Alguien se ha parado a pensar cuántas veces al edificio de la vida le sobran ladrillos mal puestos? puede que todo sea una cuestión de cimentación inadecuada, no es el caso.
 El pozo de los deseos existe, el pozo de los deseos está lleno de misterios. Que levante la mano quien no le haya arrojado alguna piedra al destino imaginándose estar ante un pozo mágico.
A Lucía Rodríguez los sueños se le van cumpliendo y no por golpes de suerte; el azar siempre es esquivo, más cuando lo necesitas. Gasta una sonrisa poderosa, de las que te pone en evidencia. “Yo soy así, siempre optimista”. A pesar de que la vida no siempre ha sido -como a todos- un camino de rosas. Viéndola uno, no duda de que ella es la mejor candidata para repartir realidades catódicas en forma de sueños, pequeñas “materializaciones” por las que los hay que se dejarían la piel; uno ahí no se mete.
La sesión es dulce y risueña como la protagonista, un remanso de sonrisas y naturalidad que nos ayuda a dibujar mejor el día. Gasta una fotogenia y una naturalidad en la mirada como quien se nutre de todos los deseos. Y sonríe, sonríe, sonríe.

*Publicado en La Revista 20/04/2014

Con la cruz a cuestas #Iconos #Gabriel Harrison.

Iconos

Imagen:  “The Infant Saviour Bearing the Cross”, 1850.
Autor: Gabriel Harrison.

Gabriel Harrison
 No hay demasiados fotógrafos que se hayan enfrentado a la religión con un propósito representativo, sí, sin embargo, son más frecuentes quienes se han apropiado de la simbología religiosa -muy potente en sí misma- para trocar el mensaje o expresar directamente la crítica política o contraria a la institución cristiana.
Al hilo del decimonónico debate de si la fotografía era un asistente de la memoria o una expresión artística en sí misma, muchos fotógrafos optaron por una visión continuista de la pintura. No era extraño, en el nacimiento de la técnica de la fotografía, representar a través de ésta escenas teatralizadas y fotografías que representasen escenas bíblicas, reminiscencias de las ya vividas en el arte en general desde la época del Renacimiento.
La cruz, es un símbolo cargado de connotaciones, expresión máxima del sufrimiento y de la vuelta a la vida, en un episodio clave para la cristiandad. Hasta la aparición de corrientes críticas -el darwinismo- nadie planteaba ningún mensaje ambivalente con respecto a lo que se podía argumentar a través de las voces del púlpito. Los fotógrafos pictorialistas guiaron sus preceptos paralelos a los pintores impresionistas, potenciando cualidades expresivas y sugerentes, con la mezcla de elementos reales y artificiales. Composiciones perfectas, ancladas en la sencillez, con preferencias narrativas y un efecto de suavidad y supresión de detalles. Los precursores del arte fotográfico de corte religioso, se apoyaron en una técnica muy precisa para la elaboración de unas imágenes tan devotas como las que hasta entonces habían salido de las manos de los pintores.
La crucifixión en el arte contemporáneo ha sido tema de lo más recurrente, y no siempre con propósitos de corrección; nombres como Andrés Serrano o Leo Ferrari han dado muestras evidentes. Otras imágenes empleadas, la Piedad o la Sagrada Cena, han sido muy utilizadas por su potencia y contenido fácil de interpretar. 
De los orígenes, una imagen sencilla y luminosa, de 1850, “The Infant Saviour Bearing the Cross”, del fotógrafo americano Gabriel Harrison (1818-1902). Una imagen sin más elementos que un infante portando la cruz con un cortinón a modo de vestimenta. Nada más poderosa.

*Publicado en La Revsita 20/04/2014

15 abr 2014

Como si todo fuese juego #Moda#AramariA

De Moda

 María Domínguez y Arantza Filgueira, 21-23 años, bloggers de moda



José Paz




Se hacen llamar ArmariA y son dos, Arancha Filgueira y María Domínguez; o tres, si contamos a Moncho Rodríguez, que les hace las fotos. 
Llevan poco tiempo en esto de la parafernalia de los blogs de moda, pero no paran. “Al principio lo actualizábamos todos los días, ahora cada dos o tres”; que no está mal.
Una gasta ojos azules, la otra castaños; una es risueña, la otra más seria; una pelo rubio oscuro, la otra castaño claro, son distintas pero iguales, eso me cuentan; será porque después de un tiempo posando de la mano es como si los cuerpos fueran cogiendo más que anclajes.
Es probable que todo sea un juego, un ejercicio de puesta en común, de pasarlo bien, pero el asunto va muy en serio.
Arranca la sesión bajo amenaza de tormenta, rápido surgen relámpagos que meten miedo. Al reanudarse, todo resulta bien divertido.

*Publicado en La Revista 15/04/2014

A todo pulmón #Iconos#Edvard Munch

Iconos

Imagen: “El grito”, 1893.
Autor: Edvard Munch.

Edvard Munch

 Era un atardecer mayúsculo, de esos que faltan palabras, por tener la mirada embobada en la puesta de sol. Edvard Munch (1863-1944) deambulaba en compañía de otros dos; al ponerse el sol el cielo mudó de color en un rojo sangre, fantasmagórico escenario con la oscuridad azul del fiordo y la ciudad de fondo. Sobra decir que el sitio era Noruega, donde la naturaleza es arte.
Noruega entonces y ahora, en lo artístico era periferia, pero Munch ya había viajado hacia Francia y Alemania, en búsqueda de una manera de hacer.
Aquel cielo teñido de rojo, a la personalidad atormentada del pintor, le excitaba sobremanera; de niño había presenciado la muerte de su madre y sufrido el desorden bipolar de la hermana, causante de importantes problemas mentales que hicieron mella en él. “La enfermedad -lo dejó escrito en su diario-, la locura y la muerte, fueron los ángeles que rodearon mi cuna y me siguieron durante toda mi vida”. A pesar de su éxito como pintor -ya en su juventud vendía obra y retratos a ricos alemanes- su estado anímico caminaría siempre al borde de un precipicio. De aquella encendida visión, a la caída de la tarde, nacería un cuadro germinal denominado “La desesperación”; poco que añadir al sentimiento reflejado, que formó parte de un sexteto de piezas con los que el noruego pretendía representar las distintas fases de un enamoramiento, que remata en una desesperada y dramática ruptura. “El Grito”, del que hay cuatro versiones diferentes, es hoy un icono del siglo XX pero en tiempos, fue calificada de arte demente; los nazis, lo calificaron de arte degenerado. Lo que queda claro, en esa narrativa expresionista cuyo cromatismo recorre fondos y figuras, es su carácter cien por cien perturbador. 150 años después, sus excesos más allá de ser admitidos, no han perdido un ápice de frescura, incluso de actualidad. Dicen que se inspiró en una momia a la hora de perfilar la figura atormentada que se lleva las manos a la cabeza. ¿Punto y final a una historia de amor? ¿Qué le llevaba al autor a describir un tormento semejante?
Lo más curioso es el interés de los ladrones por hacerse con el cuadro, hasta en dos ocasiones, y recuperado más tarde. Seguro no lo miraban de frente.

*Publicado en La Revista 13/04/2014

6 abr 2014

En busca de la belleza...#Moda#Andrés Santeiro

De Moda

Andrés Santeiro, Ourense, 34 años, pintor

José Paz






A andrés santeiro uno lo imagina buscando el duende, persiguiendo la belleza como Nabokov perseguía mariposas, y se hubiera dedicado a tamaño menester si la revolución rusa no se hubiera puesto en el medio.
 El pintor Santeiro, gasta maneras antiguas, hablar sosegado y una envergadura de proporciones de escultura de pedestal. También las formas que le inspiran, llenas de cabezas, columnas y ambientes milenarios. La pintura en sí, ya es un medio a deshora, un asunto a contracorriente en medio de un marasmo tecnológico que se lo come todo, empezando por la cultura, que o ya no está, o se la come tiesa; Andrés va más allá, ¨Lo que está en peligro serio son todas las humanidades, y lo que ello conlleva”.
 Santeiro sigue fiel a su medio, una excepción, lo que antes eran realismos y figuración pura y dura hoy, son mundos oníricos, cargados de atrevimiento e intuición, donde “uno sabe cómo empieza un cuadro, pero nunca cómo lo va a acabar”; no en vano, su exposición en el Museo Municipal, recoge lo que han sido estos diez últimos años en su creación, en los que ha demostrado una gran tenacidad y resistencia.
La sesión, en las paredes del Museo, entre cuadros y la atmósfera que se crea alrededor de una exposición. Andrés modula cada instante y se deja llevar en la pose, y uno se queda plenamente agradecido.

*Publicado en La Revista 6/04/2014

Machetes para una masacre. #Iconos#Ruanda

Iconos

Imagen: Ruanda, 1994. 
Autor: James Nachtwey. 

James Nachtwey

 El odio puede llevarnos lejos, la historia está llena de muescas de ello. Ruanda, pequeño país africano entre Uganda, Tanzania, Congo y Burundi; en tiempos, reducto colonial alemán y después belga. En Ruanda se cumple una macabra efeméride que debiera hacernos reflexionar. Uno no sabe calcular lo que cuesta un machete de esos que sirven para adentrarse en el interior de la selva. En 1994, en ese país, uno de los más pobres, de una partida internacional de ayuda promovida por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial de 134 millones, se desviaron 4,6 millones para ejecutar un genocidio a machetazos entre etnias de hutus y tutsis; la tercera, la de los twas, no participó. Hutus y tutsis andaban a la gresca desde tiempo inmemorial. La excusa, un avión presidencial del hutu Habyarimana derribado en un sospechoso accidente.    
  Durante cuatro meses la violencia se apodera de todo. Una milicia hutu, los temidos Interahanwe ejecutaron una carnicería contra la minoría tutsi, muchos de ellos, agrupados en torno al Frente Patriótico Ruandés (FPR), provenientes del exilio en Uganda. El 7 de abril, la primera ministra Agathe Uwlingiyimana y 10 soldados belgas que la custodiaban de un contingente de la ONU, fueron asesinados por la guardia presidencial, bajo la acusación del derribo del avión presidencial. La acción, lejos de provocar una reacción de la comunidad internacional, resultó todo lo contrario, a sabiendas, por las rencillas históricas entre las partes, que los enfrentamientos estaban garantizados. Belgas y Franceses, países con más presencia e intereses, evacuaron a sus nacionales, despreocupándose de todo lo demás. Otro absurdo enfrentamiento, éste entre el gobierno norteamericano -Bill Clinton- con el Secretario General de las Naciones Unidas, Butros-Ghali, quien consciente de la situación, reclama a la desesperada un “inmediato y masivo refuerzo para parar la contienda”. Lejos de atender la llamada, tras una polémica votación, se acuerda reducir el número de efectivos de la misión en la zona. Meses y meses sin respuesta y un término, el de genocidio, que comienza a ser tabú, sin que nadie reconozca un error de tamaña magnitud. Entre 800.000 y 1.000.000 de muertos, por un absurdo conflicto de intereses. 

*Publicado en La Revista 6/04/2014

3 abr 2014

Una mirada en el tiempo #Moda #Mani Moretón

De Moda

Mani Moretón, Ourense, 61 años, fotógrafo.


José Paz







Hay relojes que marcan las horas como quien intercede suplicante ante una puesta de sol al caer la tarde; los hay también que precipitan segundos y minutos en el disparadero de la vida. Todo es tiempo, todo suma y todo resta, tal vez,lo único que varía es la manera de medirlo. Me recibe nada más dejar atrás el porche de su casa, con un “slow life” que visto desde la distancia hasta suena amenazante; las prisas no forman parte de su vocabulario.
Mani Moretón es elegante, amable y cordial, desde siempre. Su elegancia se visibiliza en cada paso, igual que cada esquina de su casa taller, refleja la huella artística que un buen número de amigos han ido dejando caer y que hoy semeja un museo a la amistad sincera y vivida.
Mani es hijo de una familia acomodada que un día desafió al destino en gesto de rebeldía, afirmándose ante la vida con una intención creativa que seguro levantó no pocos sarpullidos. Viéndolo, mirándole a esos ojos azules, soportando esa sonrisa fácil que descuelga cuando quiere, uno percibe sensaciones antiguas, que lo retrotraen a un Ourense que ya no existe, donde una serie de nombres, de artistiñas voluntariosos se aferraban a la vida -como él- con un guión luminoso y creativo; la cultura que se nos escapa hoy -pienso- es lo que nos separa de las alimañas.
Como buen fotógrafo, Mani, posa de oficio, eso sí, la porte y la elegancia son naturales cien por cien.
 Uno remata y casi se olvida del reloj y llega con los segundos de justicia a la siguiente cita.

*Publicado en La Revista 30/03/2014

1 abr 2014

Estado de ánimo #Nina Simone #Iconos

Iconos
Imagen: Nina Simone en 1959.


Nina Simone

   Suena una canción, “Ain't got no”, y la tarde cambia de acera. Nina Simone (Tryon, 1993; Marsella, 2003) se emplea al piano con ánimo de revancha, golpeando cada tecla como si fuera un acto de venganza -quién sabe- en la cabeza de aquellos blancos racistas que le habían negado el paso. La hija del predicador salió rebelde y pasional hasta el arrebato; siempre excesiva. También sensual, y una de las voces más íntimas y personales que conozco. Suena “My baby just care for me” y todo cambia, imposible no dejarse llevar por su pasión contenida y sublime. Nina llegó a odiar tanto su hit, que se lo lanzaba a su público en el directo como quien les escupe a la cara. La artista sufría cada nota tanto como los demás el delirio.
La lucha por los derechos civiles de la comunidad afroamericana la distanciaron de la industria discográfica; todos buscaban en ella su aporte más soul. Se guardaba las mejores balas para los conciertos, allí sonaban sin piedad temas como “Mississippi goddam”, donde denunciaba la violencia racista. Su compromiso era fuerte, capaz de compromenter su futuro sin pestañear. Sin embargo, sus mayores desacuerdos con las autoridades de su país estuvieron motivados por desacuerdos fiscales que la obligaron a peregrinar por medio mundo; fue una mujer nueva y feliz en África, en Liberia y Barbados, donde gozó y tuvo amantes; y mucho desconsuelo.
  Su última escalada, la de la vieja loca que sucumbió al delirio, la que la llevaron a estar internada en más de una ocasión. fue en Carry-le-Rouet, cerca de Marsella, donde vivió su miseria y locura. Allí saltó en más de una ocasión a la fama de las noticias truculentas, como cuando recibió una visita a golpes de sonoros estruendos de escopeta. Ya no era ella.
Su voz era otra cosa, su música gloriosa y eterna que nos hace viajar atormentados tras ella. Nada mejor que prender la mecha de cualquier canción y dejarse llevar; la felicidad en cada nota sofocada que nos ha de arrastrar al cielo. Nina Simone nos pide a gritos que la escuchemos; sus melodías resuenan presas de la nostalgia eterna y la amargura que se nos instala enfrente, como reclamando súplica. La voz jadeante, insiste ceremoniosa y versátil, capaz de elevarnos más que cuando las entonaba de niña en la iglesia baptista.

 *Publicado en La Revista 30/03/2014

Envolturas de silencio

E l invierno envuelve cada rama entrelazadas entre sí por el frío y la niebla que lo atrapa todo en un escenario de aventura. Todo es ...