24 ago 2016

Alejandra Pizarnik, la #Maga que pudo ser

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Imagen: Alejandra Pizarnik.



A Alejandra Pizarnik (Avellaneda, 1936-Buenos Aires, 1972) el vacío y la muerte le atormentaba en cada esquina. Desde niña se miraba en el espejo como se miran las niñas. Allí encontraba su mirada triste y melancólica cargada de complejos. “Esta lúgubre manía de vivir/ esta recóndita humorada de vivir/ te arrastra Alejandra no lo niegues”. Su padre consciente del malestar de su hija se aferra también al poder sanador de la poesía oscura y simbolista de su vástaga; él le financia su primera obra, “La última inocencia” (1956), con todos los mimbres hilvanados ya de silencio y tormento.
   La familia la protege del desánimo. Ella escribe y escribe, a la par que se encierra en su prisión de ecos, de comparanzas con otros abismos, Rimbaud, Mallarmé, “Te remuerden los días/ te culpan las noches/ te duele la vida tanto tanto/ desesperada, ¿adónde vas?/ desesperada ¡nada más!. El espejo se consume de tristeza, ella se vuelve mucho más agitada, entre 'Gitanes' perfumados al viento y anfetaminas que resquebrajan la consciencia y la calma.
Por suerte la literatura crece, tanto que supera la propia angustia vital de esta mujer menuda, de corte de pelo a lo garçon y una suerte de nariz ancha que aplana su rostro dulce sin demasiados acentos femeninos.
   Durante años se aferra a un estado de ánimo que fluctúa, pulsando la estación del vacío como si de una columna vertebral se tratara. La mente se estrecha pero no le impide la escritura, todo lo contrario. Antes de aventurarse hacia París (1960), publica “Las aventuras perdidas”. París no es una fiesta, es un refugio de cuatro años donde medra y resiste, traduce a Artaud y a Bonnefoy y se deja seducir por el surrealismo de Breton y Nadja. Contacta con Cortázar que está terminando Rayuela. Se vuelven confidentes, casi amantes, un amor que no tiene límites ni tampoco goce. Ella se dice La Maga, se mira en el espejo y se cree ella. Cortázar no lo niega, al menos a ella. En 1964 regresa a Buenos Aires, sin otra red que su locura y escribe: Julio, fui tan abajo. Pero no hay fondo... No lo había. Las misivas de Cortázar insisten en la vida, ella se refugia en sí misma y escribe sus mejores poemarios de lo oscuro. En el psiquiátrico de la muerte le piden que abandone la escritura, ella percibe la locura. Desesperada, 50 pastillas de Seconal la liberan para siempre. Tenía 36 años,
* Publicado en La Revista 24/08/2016

5 ago 2016

Dora Maar y el Picasso más salvaje #Iconos

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Imagen: Dora Maar y Picasso, en la playa.
Autor: Man Ray, 1935.


Man Ray



En dora Maar la ambición llevaba escrito un nombre, Pablo Picasso. “Esta tarde voy a estar con Picasso en Les Deux Magots”, le había confesado Paul Eluard. Así fue.
Allí estaba el pintor, con su habitual corte de aduladores. La la mira al pasar, con la precisión de un taxidermista. Reconoce en su rostro la seriedad como enigma. Es la mujer de las fotos de Man Ray. Ella se sienta, aclimata su cuerpo sobre una de las sillas; en la mesa reclina su mano provista de un guante en terciopelo oscuro, casi negro, su color preferido. Con la otra mano traza un juego, extraño en un ángel. Una y otra vez deposita sobre la madera el acero de una navaja, como si fuera necesario. Picasso pregunta, “¿Quién es?”. “Ha sido amante de Georges Bataille”, responde Eluard. “Quien ha amado a Bataille no puede ser ningún angelito”, piensa. En aquel ejercicio extraño de puntería suicida su precisión sucumbe, su mano dibuja unas líneas de sangre que acompañan al trazado de sus dedos. Picasso requiere para sí el guante, le acompañará para siempre, el cazador adora sus piezas.

Man Ray, 1936.

No sólo habían registrado sus sueños de alcoba un ser despiadado como Bataille, practicante del sexo salvaje, admirador del Marques de Sade y sus exquisiteces amatorias, también un actor, Luis Chavance. No se hable más, piensa el malagueño casado entonces con Olga Koklova y amante a su vez de Marie-Thérese Walter, casi adolescente. Dora es pintora y poeta, pero sobre todo fotógrafa de moda y publicidad, colaboradora de Harry Ossip Meerson y amiga de Brasaï, Cartier Bresson y Man Ray, además de toda la pléyade de surrealistas y muy comprometida con los movimientos de izquierda. Su nivel intelectual y cultural, hija de buena familia, su padre es un reconocido arquitecto argentino de origen judío, supera al sacrosanto Picasso, pero él la repliega, le corta las alas y la convierte en musa, la mujer que llora, como la representan sus pintoras. Es la gran protagonista del Guernica, quien a su vez documenta sus gestos. Se complementan, se aman como perros. Seis años dura el amor, 1936-1945; después se vuelve invisible. Se refugia en su piso de parís que envuelve sus sueños, su silencio. Después de Picasso, solo Dios, así fue. Se murió en 1997, 25 después de Picasso.

*Publicado en La Revista 7/07/2016

Egon #Schiele, un pintor degenerado


Imagen: "Woman with black stockings", 1913.
Autor: Egon Schiele
    El trazo de Egon Schiele (Donau, 1890-Viena, 1918) fue casi mu eca de su vida, una especie de chapuza consentida, pero con la precisión psicológica de un taxidermista de oficio. Demasiadas veces escuchó aquello de que su pintura era una imitación de Klimt, de quien se convertiría en discípulo y protector. 
Egon Schiele

Todo discípulo desafía al maestro; Schiele, con veinte años, ya consideraba superado a Klimt y su visión edulcorada del universo femenino. Él quiso llegar más lejos; Klimt le aconsejó relajo, aplacar la furia y la líbido. Sus dibujos se mostraban tórridos, cuando no explícitos en cuanto a contenido sexual, con modelos que mostraban su sexo o simulaban poses masturbatorias. Lo que era un universo rico, al mostrar el sexo crudo, la visión fría y la mirada interiorizada de los protagonistas -con él autorretratado en no pocas ocasiones- resultaría un problema, si para reflejar aquel mundo distendido -muchas de las modelos eran prostitutas- se recurría también a menores. Así llegó el calvario de la cárcel, 25 días, al ser denunciado por el padre de una joven de trece años, Tatiana von Mosjig, tal como se narra en la película “Exceso y castigo” (1981).
Aunque la pintura de Schiele era anti académica, su trazo de un tirón, sin levantar el lápiz del papel. su visión a vista de pájaro de la escena, sobre fondos planos, como enfatizando en el grado de soledad de los protagonistas, sorprende.  
Hay quien ha criticado esa visión hedonista y solitaria, obviando el oficio de muchas de aquellas protagonistas. Entre ellas, Wally Neuzil fue la modelo más recurrente, con la que tuvo una relación muy intensa. Con Wally abandonó la claustrofóbica Viena que tanto deprimía al pintor y se trasladó al campo, primero a Krumau, después a Neulengbach, donde sus prácticas escandalarizaron a los lugareños, tanto que optaron por regresar a Viena donde se siguieron amando, al tiempo que otras  mujeres se introducían en sus vidas, las hermanas Adele y Edith -pertenecientes a la burguesía- con quien llegaría a casarse, sin advertir nada a Wally.
La I Guerra Mundial separa sus destinos; él como intelectual tendría un destino cómodo. En 1917 se entera de la muerte de Wally. Ya en casa, Edith se queda embarazada pero fallecería de la gripe española; en 1918, la misma enfermedad se llevaría tambien la suya. Tenía 28 años.
* Publicado en La Revista 4/08/2016

Envolturas de silencio

E l invierno envuelve cada rama entrelazadas entre sí por el frío y la niebla que lo atrapa todo en un escenario de aventura. Todo es ...