15 oct 2015

Las mil caras de Suzy Solidor #Iconos#SuzySolidor

Iconos
Imagen: Suzy Solidor.
Autor: Man Ray, 1929.
Man Ray, 1929.

Suzy Solidor (1900, Saint-Malo; 1983, Cagnes-sur-Mer) entonaba cada noche con su voz gruesa y sentida canciones que los marineros cantaban para sí en la proa de sus barcos. Lo hacía después de recitar a Verlaine y Baudelaire, con la dicción precisa y el corazón en cada verso. Era la estrella, en su local de la parisina Rue de Balzac, Chez Suzy Solidor (1949-1966), como antes lo fue La Vie Parisienne, cuyas paredes vieron desfilar oficiales alemanes durante la ocupación. Por ello, cuando a media noche se apagaba la luz y otra voz pronunciaba su nombre, allí, donde antes habian actuado otros, imitadores de entretiempo, cómicos de la vida, travestís de melena al viento y piernas de quitar el aliento, el aplauso hacia ella se hacía solemne. Un local a su medida, de ambiente ambiguo y con las paredes vestidas en su vivo retrato, repetido una y mil veces, hasta el techo. Un renglón infinito de cuadros que eran la extensión de su vida y de su fama. Entre ellos el de Van Dogen, un pintor capaz de reflejar en cada retrato de mujer la vanguardia de la mano del deseo; él fue quien la animó a cantar, después de oírla tararear un día que se dejó caer por el anticuario que la mujer tenía junto a Yvonne de Bremond d'Ars, su pareja, "Canta con tus entrañas, en vez de cantar con tu cabeza", le dijo, "Tu voz es interesante", y lo era.




  Posó para los grandes, su altísima y andrógina figura. Tamara de Lempicka, la más sensual; Man Ray -en todo su poderío-; Picabia; Cocteau, de quien era muy amiga, Foujita, Kiesling o Bacon. Así hasta 225, muchas de aquellas pinturas hoy figuran en el Musée-Château Grimaldi, cerca de Niza, en Cagnes-sur-Mer, donados a su muerte.

PIcabia

Tamara de lempicka

   Decía que era descendiente del corsario Surcouf; hasta cierto punto era cierto, su madre sirvió a sus descendientes; además era fácil que desde la atalaya de unas piernas sin fin, al saltar sobre la arena húmeda, imaginar el romper de las olas en el acantilado con la épica de una batalla constante. Aquel mar de Bretaña, lleno de lobos de mar, el mismo mar que repicó noche tras noche, entre comediantes, intelectuales, y almas apresuradas de sexo. Canciones atrapadas en tierra extraña que ella interpretaba ataviada con una suerte de túnica griega, como si fuera ella el faro a iluminar a los barcos que llegan a puerto.

   
Solidor y Cocteau, F. Kollar. 

Musée-Château Grimaldi

*Publicado en La Revista 15/10/2015

9 oct 2015

Le decían La Bella Otero #Iconos

Iconos

Imagen: La Bella Otero, Carolina Otero. 


Hice fortuna durmiendo, pero no sola, así, en una frase expuesta en el Museo D'Orsay, París, en una muestra artística dedicada a la prostitución, recoge el testimonio de esta cortesana gallega de leyenda. De Agustina Otero Iglesias (Valga, 1868-Niza, 1965) se decía que su mirada irradiaba fuego, incandescentes también los arrebatos de su carácter, pero los hombres que se acercaban lo que buscaban era el abrigo de lo imposible.
Su verdad, si la hubo, fue incierta; a la vejez le negó testimonio, la mayoría de sus imágenes son antiguas, de cuando no superaba los treinta años. Encandiló a muchos hombres, algunos, entre la realeza, Eduardo VII de Inglaterra, Alberto de Mónaco, Leopoldo de Bélgica, el Káiser Guillermo de Alemania. Dicen que enseñó a amar a Alfonso XII, rey siempre ávido de sexo. Ellos la hicieron muy rica, con regalos de ensueño; su fama sumaba enteros, así que como cortesana no dudaron en exhibirla encaramada a sus brazos.
A Agustina, luego Carolina, la vida la espabiló rápido. Nunca dijo una verdad, al menos seguida; adornaba su biografía con pinceladas de amantes, tropelías y un origen más exótico; hija de una gitana muy bella, de Cádiz, decía; así, sin malicia, con la única convicción de que su belleza racial, sus medidas de ensueño 93-53-92, sus improvisados bailes -entre lo exótico y lo flamenco- le ayudarían a medrar. Con el cambio de siglo La Bella Otero sería ya su apelativo, en Moscú, en Estados Unidos, en Inglaterra y en medio mundo. Sus amantes, ensimismados por un amor en fuga, perdían la cabeza, algunos la vida, suicidándose en una determinación romántica, como Ernest André Jungers, el empresario que la hizo estrella.

La Bella Otero, de Julio Romero de Torres, 1910.

   Amaba con fijeza, igual que bailaba con trajes imposibles cruzados de alhajas y piedras. Sumó una riqueza inconmensurable, unos 400 millones de euros, que dilapidó en los casinos. Quien fuera musa del Folies Bergères durante la Belle Époque, inspiradora de Toulouse-Lautrec, de D'Annunzio, el poeta, murió en la pobreza, en una pensión de Niza. Dicen el Casino de Montecarlo le pasaba una pensión, en homenaje al glamour de tiempos pasados y a la fortuna que les había brindado. C. Otero, reza sobre su tumba.

*Publicado en La Revista 8/10/2015

De pinceladas y trazos #La Mirilla

La Mirilla





 De noche, vi cómo te dibujaban; mientras, el griterío se empleaba en sus cosas. Una pareja se besaba sin respiración, como si los intentos de construir el mundo no fueran suyos. El aprendizaje encierra siempre un corpus de voluntades que nace, crece y no muere, se transforma.

5 oct 2015

Con la mano #LaMirilla

La Mirilla



Pelín siniestro lo de estrechar una mano que se brinda entre fría e inerte. De sonoridad extrema, no valen dobleces, si quieres ser oído el toque ha de ser seco; uno o dos, sin pasarse. A la espera de respuesta, como que se escruta ya la sonoridad de unos pasos; todo muy antiguo.

3 oct 2015

Bienvenido a lo inolvidable

La Mirilla



Lo mejor de la publicidad es que invita. Puro buenismo empresarial. “Trabajamos por ti”, rezaba un lema años atrás. Eduardo Úrculo fue un artífice del pop art patrio; su pintura no me interesaba nada, sin embargo, siempre lo recordaré, así, de espaldas bajo un sombrero panamá.

1 oct 2015

Hedy Lamarr, orgasmo de papel

Iconos

Imagen: Hedy Lamarr, 1932.
Autor: Gustav Machaty.


Hedy Lamarr, en Éxtasis, de Gustav Machaty, 1932.

Tenía 16 años y una belleza deslumbrante. A la actriz Hedy Lamarr (Viena, 1914-Orlando, 2000) Gustav Machaty le había prometido que las cámaras la filmarían desde lo alto de una colina. Así fue el engaño, que guardaba truco en forma de teleobjetivo, que la acercó mientras desplegaba su desnudez cristalina en medio de la foresta; lo del baño en el lago sumaría pasión e historia. Por primera vez una belleza femenina se filmaría en cueros. El argumento, ingenuo y pacato ,hoy, sumaba un orgasmo apuntalado por el director a golpe de alfiler desde debajo la cama, mientras, un relamido amante le besaba de manera imprecisa. La película no dejó indiferente a nadie, el propio Papa Pío XI condenó aquellas infidelidades y la simulación orgásmica invocando a Torquemada. El mal estaba hecho. Dicen que Musolini se atrincheró en una sala para verlo todo; en la Mostra de Venecia se presentó con la publicidad toda hecha.
    Hedy Lamarr en los 40 era una especie de fresco acrisolado de feminidad sin impurezas. Hija de banquero rico y madre pianista, ambos judíos; aun dotada para el estudio suspiraba por la interpretación. Con 16 años se fue a Berlín, junto al director Max Reinhart. Lo de Éxtasis fue un golpe, no para ella que toda su vida gozaría de una sexualidad sin complejos; se casaría seis veces, y haría carrera en Hollywood. Antes sumaría mucha vida e historia.

Hedy Lamarr, en Éxtasis. 

   Fritz Mandl, magnate de la industria armamentística once años mayor se encandiló con la joven; tras un matrimonio de conveniencia haría acopio de cuantos copiones de Éxtasis se pusieran por delante. Exageradamente celoso, la sometería al extremo; auténtica esclavitud, diría ella. Anulada la opción del cine, la ingeniería sería un escape. Se empapó cuanto pudo de la industria armamentística que laboraba su marido. Conocimientos que después entregaría a los americanos. Junto a George Antheil, un músico que había colaborado con Léger, desarrollaría un sistema mecánico de conmutación de señales, patentado y reconocido de manera tardía.

   Aquella tortura de marido finaliza a la fuga, en coche, vía París cargada de joyas; antes seduciría a una sirvienta que la custodiaba. Lo de Hollywood, cleptomanías, adicciones, el éxito y su declinar serán otro relato.
*Publicado en La Revista 1/10/2015

Envolturas de silencio

E l invierno envuelve cada rama entrelazadas entre sí por el frío y la niebla que lo atrapa todo en un escenario de aventura. Todo es ...