27 ago 2015

Arrima la tarde en Colliure, Antonio Machado se muere #Machado #Iconos

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Imagen: Soldados republicanos en la despedida de Machado, en Colliure, 1939.



Los últimos días del poeta  Antonio Machado (Sevilla, 1875-Colliure, 1939) se asemejaron a los de un barco varado que recibe impotente los embates del mar. Largo peregrinar; avanzada la guerra, la Alianza de Intelectuales apuesta por evacuar a zonas seguras a sus referentes literarios y artísticos, no fue fácil; “concentrado y triste”, que diría Alberti, el poeta se resiste. De noviembre de 1936 a abril de 1938, Antonio Machado, sus hermanos Joaquín y José, la madre Ana Ruiz, lo pasan en Rocafort, Valencia, donde la merma de salud no impide una acción laboriosa en pro de la República; de mayo de 1938 hasta enero de 1939, primero en el hotel Majestic, luego en la Torre de Castañer, la familia lo pasa en Barcelona. El desenlace de la contienda pinta mal. Con el semblante de resignación, él y su familia -22 de enero- salen en un vehículo de la Dirección de Sanidad; les acompañan Corpus Barga, Carlos Riba, Joaquín Xirau, y Tomás Navarro. A medio kilómetro de la frontera, en medio de un colapso sin solución, tienen que bajarse y recorrer, bajo una lluvia humillante, la distancia que los separa de la aduana francesa; lo consiguen el 27 de enero, atrás dejaron sus maletas, y las pocas pertenencias. Gracias a la ayuda de Corpus Barga, la familia llega a Colliure, se instala en el hotel Bougnol Quintana. La habitación número 5 la ocupa Antonio y su madre; otra más pequeña, su hermano José y su esposa. La salud del poeta era un quebranto. Ni siquiera Colliure y su conmovedora visión del mar serían bálsamo en el dolor de quien ha perdido la vida y el sueño. En el mes que duró su existir, en alguna ocasión, el poeta y su madre pasearon con la intención de dibujar nuevamente el horizonte de libertad; la mayoría de los días se conformaron con perfilar la bahía desde la ventana. Difícil olvidar la patria, a Guiomar, a Manuel, el hermano del alma, a quien la guerra había depositado en el otro lado.
“Estos días azules y este sol de la infancia”, rezaban en un papel arrugado de la chaqueta del poeta muerto un mes después. Tres días después, lo haría la madre. Ambos, desde entonces reposan juntos en una tumba prestada. Sobra decir que es una de las más visitadas, muchos, en un buzón instalado junto a ella, depositan poemas llenos de anhelos. Allí el poeta los lee.

*Publicado en La Revista 27/08/2015

20 ago 2015

Jeanne Hébuterne y Modigliani, amores trágicos #Iconos

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Imagen: Jean Hébuterne, 1919.
Autor: Amedeo Modigliani.



Amedeo Modigliani (1884, Livorno- 1920, Paris) fue un bohemio enamoradizo a la par que pintor apresurado y talentoso. Llegó a París en 1906, entre cartas de recomendación y la plata ajustada que le legó su madre; tímido y guapo, se supera a fuerza de aficionarse al alcohol y al hachís. La pasión por la fiesta y el sexo femenino estaría incluido.
Montparnasse le reconocería de inmediato, también Montmartre, donde dibujaba de impresión, con un cartel que rezaba: “Soy Modigliani, judío, cinco francos. Influenciado por Klimt y Utamaro, su pasión por lo femenino se torna en unas figuras estilizadas atrapadas en una sensualidad siempre presente. Muchas fueron amantes, breves encuentros como si la vida fuera un suspiro aferrado al calentamiento del instante. Su labia, porte, contribuyeron al éxito del galanteo. Muchas sí, pero sólo Jeanne Hébuterne -19 años- perdió la cabeza y arruinó su vida por seguir sus pasos. Su fama de pintor fue medrando a la par que se deterioraba la salud -tuberculosis-. Jeanne era una belleza misteriosa encaramada en una melena de ojos penetrantes y mirada angelical; ella misma era pintora y como modelo posaría para Foujita. Al padre de la joven, conocedor de sus andanzas, con aquella relación le dieron un disgusto infinito que no lo superaría ni tras la muerte de ambos. Aquel mismo año -1917- la galería Berthe Weill, en la única exposición dedicada en vida al artista, requiriría la presencia de los gendarmes merced a unos desnudos instalados en el escaparate.
En las postrimerías del fin de la I Gran Guerra, 1918, la pareja se traslada a Niza, allí nace su hija y allí se trata de curar el pintor. La niña sería entregada a una institución para garantizar unos cuidados inalcanzables entonces para los progenitores. Modigliani, enfermo y aburrido, anhelante de la vida bohemia, se aleja del escenario de Niza y regresa a París en busca del final. El pintor siente el presagio de la muerte un 24 de enero de 1920, ella, nuevamente embarazada, está junto a él, bocetando la agonía. Él muere en el hospital; mientras Modigliani es honrado por las calles de París por un amplio cortejo fúnebre lleno de artistas ella salta al vacío desde su habitación en casa de sus padres. Hasta 10 años después no reposarían juntos.

*Publicado en La Revista 20/08/2015

Envolturas de silencio

E l invierno envuelve cada rama entrelazadas entre sí por el frío y la niebla que lo atrapa todo en un escenario de aventura. Todo es ...