22 dic 2016

Pepe Espaliú, un artista en la topera #Iconos

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Imagen: Pepe Espaliú, "Carrying"

 Escultor en la topera, se decía. “Nosotros los homosexuales, hemos sido obligados a inventarnos un mundo paralelo, construido a partir de nuestro nodo peculiar de entender sus leyes, sus instituciones, sus creencias y su forma de concebir el amor”. Escribía el artista cordobés Pepe Espaliú (1955-1993) en el diario "El País", diciembre del 92, en un artículo que estremece bajo el título de “Retrato del artista desahuciado”.
Pepe Espaliú, en  “Carrying”

 Años de plomo -los 80- para la homosexualidad, la enfermedad del Sida estigmatizó a un colectivo diezmado a golpe de maleficio. Pepe Espaliú fue un artista sensible, de familia de orfebres, letra herido aferrado a la poética y a la pintura primero, a la escultura y al arte performativo al final, cuando ya se sabía rehén del maligno, que ligaba su porvenir a una muerte próxima. El sida lo precipitó a un pozo, y la homosexualidad -entonces tan vilipendiada- a una “Topera laberíntica” que con el tiempo retomaría para sí en causa de resistencia. Artista polifacético y cosmopolita, de buena familia, algo que como todos sabemos, no fue ni es salvoconducto para la liberación de un mal que causó tanto daño. Entre 1986, hasta el final de sus días, evoluciona su arte entre París, Nueva York, Venecia y Amsterdam, adquiriendo matices y transcendencia internacional. A la altura de Juan Muñoz, su amigo.

 Sus primeras pinturas reflejaban mundos inquietos, cuasi mágicos, propios de un reino de juventud aferrado a los sueños. Los dibujos siempre estuvieron alineados a una sencillez formal, casi como sus esculturas de los últimos tiempos, de corte conceptual, sintetizadas al máximo en un minimalismo deseoso de gritar de intención. Sus afamadas jaulas, o su catálogo de muletas que clamaban ayuda. Tiempos duros, sin duda. En 1991, el sida lo abrazo.
 El primer “Carrying” fue en Donosti, en 1991. Ese día llovía y todo era desapacible. El artista estaba ligado a Arteleku, una institución de mucha vida. Él programa una performance filmada que requiere porteadores que lo eleven, “nunca me he sentido más cerca de Dios”, dijo. Algunos porteadores se repetían; meses después, en Madrid, sobraban. Aquella segunda vez, entre las Cortes y el Reina Sofía, aún sigue en nuestras retinas. 
*Publicado en La Revista 22/12/2016

8 dic 2016

El último jardín de #David Hamilton #Iconos

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       Imagen: David Hamilton.


    Está muerto. David Hamilton (Londres, 1933-París, 2016) se ha suicidado, dicen. Múltiples conciencias han atribuido causa efecto. La revelación de la presentadora francesa Flavie Flament, en su novela autobiográfica “Consolation”, aunque sin citarlo expresamente, de haber sido violada. No ha hecho falta más anuncio, ni incidir en el “respeto a la presunción de inocencia”, reclamado por el artista.
   Otros tiempos, finales de los 60, principios de los 70. Hamilton se convertiría en un fotógrafo fetiche que crearía escuela, y legión de seguidores. El británico afincado en Francia desde los 20 años se inició como escaparatista y después director artístico de Elle, antes de afrontar una brillante carrera en solitario. Reclutaba féminas impúberes de las manos de sus padres que acudían a su casa estudio de Ramatuelle, en Saint-Tropez, buscando una progresión, a sabiendas que los contenidos de Hamilton, no eran inocuos, ni siquiera recomendables. El inglés era -ya entonces- un pornógrafo con la sofisticación técnica de quien sabe experimentar con la imagen y adentrarse en territorios de la mente humana, mayormente masculina en este caso. Una de aquellas madres anestesiadas por el éxito fulgurante, la carrera brillante y el dinero fácil, era la de Flavie Flament, quien no comparte la versión de la supuesta violación de su hija.
   El universo de Hamilton en los ochenta era sugerente y atractivo, y de gran éxito comercial por todo aquel ejercicio de representación a través de adolescentes, rubias y de procedencia nórdica. Luces difuminadas, ambientes íntimos, mujeres con sedas vaporosas correteando por el jardín de la casa. Fotos cargadas de deseo en la mente de su ejecutor, en la pléyade de consumidores que se lanzaban al quiosco cada vez que lanzaba un título, “Rêves de jeunes filles”, 1971; “Les demoiselles d`Hamilton”, 1972; “Le danse”, 1972... Películas, vídeos, el universo Hamilton entraba en todas las casas, y televisiones. ¿Qué ha cambiado de todo ellos? ¿Qué nos hace ruborizarnos ante relamida sexualidad púber? Respuesta, los tiempos.
   David Hamilton imitaba a Degas, y a otros impresionistas. En el arte no hay santos, Gauguin era un pederasta, hoy de los más cotizados. Pasolini, Fellini, Bertolucci, tan criticado últimamente. El camino que separa el arte de la vida es espinoso. Y uno no es juez.

*Publicado en La Revista 8/12/2016

24 nov 2016

Djuna Barnes, amor por la noche #Iconos

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Imagen: Djuna Barnes, en los años veinte.


Djuna Barnes
 Doctor, he venido a pedirle si puede contarme todo cuanto sepa de la noche”, le inquiere Nora Flood al doctor O´Connor, en “El bosque de la noche” (1936).
   En la novela, Nora es el personaje de la propia escritora, Djuna Barnes (Nueva York, 1892-1982), quien en 1921 llega a París como reportera de Mc´Calls, para entrevistar a personajes famosos, allí entabló amistad con Ezra Pound, James Joyce, Gertrude Stein, Natalie Barney, Peggy Guggenheim, Kay Boyle o Eugenio Montale. De los años 20 al 33 pasaron muchas cosas alrededor de la vida noctámbula de la ciudad, que ella, la escritora, una escritora atípica que se formó en casa porque sus progenitores (más tarde separados) recelaban del sistema público de enseñanza; vivió y bebió hasta el disparate. También se enamoró con la locura necesaria para mantener una relación con otra mujer mucho más joven, la escultora Thelma Wood, en la veintena cuando Djuna andaba por los treinta. Una relación que duró ocho años con altibajos en los que Thelma tuvo otros amores, el más reconocido el de la fotógrafa Berenice Abbot, cuyas infidelidades la hicieron sufrir en demasía, y a modo de venganza, les otorgaría un protagonismo y una descripción sicológica de los personajes sin demasiada piedad.
  Fueron años duros para Djuna Barnes, alcoholizada y depresiva, con varios intentos de suicidio y la posterior asistencia de una mecenas ejemplar como Peggy Guggenheim, quien la liberaría de París, y durante muchos años la asistiría económicamente. Con una mala salud constante, Djuna alcanzaría los noventa años.
   El doctor O´Connor, que representa a Dan Mahoney, es un irlandés, fantasioso y delirante, que se dice Dante y se disfraza de mujer con tirabuzones y camisón, y reside en una especie de escenario nauseabundo y cutre que tiene por piso. Hasta allí el encuentro, por error, pues éste esperaba a otra persona. Y allí la gran lección. “Hace ya mucho tiempo que la noche es noche”, que encierra lecciones de vida, “No somos más que piel al viento, con músculos tensos contra la mortalidad”, también de manifestaciones noctámbulas, “¿Era de noche cuando Sodoma se convirtió en Gomorra? ¡Era de noche, lo juro!”, porque la noche es necesaria, incluso cuando arde Roma. “El incendio lo pones en pleno mediodía y pierde algo de su significado”. Así es, Djuna, así, es.

* Publicado en La Revista 23/11/2016

10 oct 2016

Coleccionistas

  Se llama Dalmacio Fernández, palentino de Saldaña, y leo en la web que atesora 1.872 cachavas de madera labradas a mano. “La mayor colección de cachavas del del mundo” reza el titular, como si hubiera alguien a la zaga. Y todo ello con la certificación del Récord Guinness, que da fe de todas estas cosas. 
El ser humano para bien de la humanidad es capaz de superar logros de lo cuales nos beneficiamos todos, también de atiborrarse de inutilidades y coleccionarlas. El coleccionismo está lleno de tipos singulares, capaces de pelear lo indecible ese objeto que no posee. Todos hemos coleccionado cosas de manera apasionada, hasta que un día cayeron en el olvido. Internet es a la gilipollez humana lo que que la cuadratura del círculo a la geometría. Puestos a buscar estupideces semejantes a las de la cachava del palentino uno las encuentra mayores, como la de un australiano, Graham Barker -aparece también con foto- que lleva recogiendo pelusilla de su ombligo desde el año 84. Ahora la tiene depositada en tres botes y va por la nada desdeñable cantidad de 22 gramos de inmundicia. Ver para creer. 
  Coleccionistas de juguetes, de sellos, de dedales, de sombreros, de chapas de refrescos, de coches. El mundo está lleno de entusiastas capaces de dejarse la piel por coleccionar cosas. También es cierto que entre todas esas colecciones las hay tan interesantes, porque responden a criterios históricos, artísticos, de los que después nos beneficiamos todos. pienso en Peggy Guggenheim, que al margen de atesorar amantes y maridos, como era lista y tenía posibles se hizo con una pinacoteca maravillosa que hoy por suerte celebramos todos. O en nuestras latitudes, el caso de Olimpio Liste, o Florencio de Arboiro, quienes nos han permitido conocer la historia de nuestro país desde una visión etnográfica. 
  Aunque para coleccionismo con mayúsculas un nombre. Amancio Ortega, quien harto de acumular pasta se entrega para sí el Monopoly completito. Con un par. 



24 ago 2016

Alejandra Pizarnik, la #Maga que pudo ser

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Imagen: Alejandra Pizarnik.



A Alejandra Pizarnik (Avellaneda, 1936-Buenos Aires, 1972) el vacío y la muerte le atormentaba en cada esquina. Desde niña se miraba en el espejo como se miran las niñas. Allí encontraba su mirada triste y melancólica cargada de complejos. “Esta lúgubre manía de vivir/ esta recóndita humorada de vivir/ te arrastra Alejandra no lo niegues”. Su padre consciente del malestar de su hija se aferra también al poder sanador de la poesía oscura y simbolista de su vástaga; él le financia su primera obra, “La última inocencia” (1956), con todos los mimbres hilvanados ya de silencio y tormento.
   La familia la protege del desánimo. Ella escribe y escribe, a la par que se encierra en su prisión de ecos, de comparanzas con otros abismos, Rimbaud, Mallarmé, “Te remuerden los días/ te culpan las noches/ te duele la vida tanto tanto/ desesperada, ¿adónde vas?/ desesperada ¡nada más!. El espejo se consume de tristeza, ella se vuelve mucho más agitada, entre 'Gitanes' perfumados al viento y anfetaminas que resquebrajan la consciencia y la calma.
Por suerte la literatura crece, tanto que supera la propia angustia vital de esta mujer menuda, de corte de pelo a lo garçon y una suerte de nariz ancha que aplana su rostro dulce sin demasiados acentos femeninos.
   Durante años se aferra a un estado de ánimo que fluctúa, pulsando la estación del vacío como si de una columna vertebral se tratara. La mente se estrecha pero no le impide la escritura, todo lo contrario. Antes de aventurarse hacia París (1960), publica “Las aventuras perdidas”. París no es una fiesta, es un refugio de cuatro años donde medra y resiste, traduce a Artaud y a Bonnefoy y se deja seducir por el surrealismo de Breton y Nadja. Contacta con Cortázar que está terminando Rayuela. Se vuelven confidentes, casi amantes, un amor que no tiene límites ni tampoco goce. Ella se dice La Maga, se mira en el espejo y se cree ella. Cortázar no lo niega, al menos a ella. En 1964 regresa a Buenos Aires, sin otra red que su locura y escribe: Julio, fui tan abajo. Pero no hay fondo... No lo había. Las misivas de Cortázar insisten en la vida, ella se refugia en sí misma y escribe sus mejores poemarios de lo oscuro. En el psiquiátrico de la muerte le piden que abandone la escritura, ella percibe la locura. Desesperada, 50 pastillas de Seconal la liberan para siempre. Tenía 36 años,
* Publicado en La Revista 24/08/2016

5 ago 2016

Dora Maar y el Picasso más salvaje #Iconos

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Imagen: Dora Maar y Picasso, en la playa.
Autor: Man Ray, 1935.


Man Ray



En dora Maar la ambición llevaba escrito un nombre, Pablo Picasso. “Esta tarde voy a estar con Picasso en Les Deux Magots”, le había confesado Paul Eluard. Así fue.
Allí estaba el pintor, con su habitual corte de aduladores. La la mira al pasar, con la precisión de un taxidermista. Reconoce en su rostro la seriedad como enigma. Es la mujer de las fotos de Man Ray. Ella se sienta, aclimata su cuerpo sobre una de las sillas; en la mesa reclina su mano provista de un guante en terciopelo oscuro, casi negro, su color preferido. Con la otra mano traza un juego, extraño en un ángel. Una y otra vez deposita sobre la madera el acero de una navaja, como si fuera necesario. Picasso pregunta, “¿Quién es?”. “Ha sido amante de Georges Bataille”, responde Eluard. “Quien ha amado a Bataille no puede ser ningún angelito”, piensa. En aquel ejercicio extraño de puntería suicida su precisión sucumbe, su mano dibuja unas líneas de sangre que acompañan al trazado de sus dedos. Picasso requiere para sí el guante, le acompañará para siempre, el cazador adora sus piezas.

Man Ray, 1936.

No sólo habían registrado sus sueños de alcoba un ser despiadado como Bataille, practicante del sexo salvaje, admirador del Marques de Sade y sus exquisiteces amatorias, también un actor, Luis Chavance. No se hable más, piensa el malagueño casado entonces con Olga Koklova y amante a su vez de Marie-Thérese Walter, casi adolescente. Dora es pintora y poeta, pero sobre todo fotógrafa de moda y publicidad, colaboradora de Harry Ossip Meerson y amiga de Brasaï, Cartier Bresson y Man Ray, además de toda la pléyade de surrealistas y muy comprometida con los movimientos de izquierda. Su nivel intelectual y cultural, hija de buena familia, su padre es un reconocido arquitecto argentino de origen judío, supera al sacrosanto Picasso, pero él la repliega, le corta las alas y la convierte en musa, la mujer que llora, como la representan sus pintoras. Es la gran protagonista del Guernica, quien a su vez documenta sus gestos. Se complementan, se aman como perros. Seis años dura el amor, 1936-1945; después se vuelve invisible. Se refugia en su piso de parís que envuelve sus sueños, su silencio. Después de Picasso, solo Dios, así fue. Se murió en 1997, 25 después de Picasso.

*Publicado en La Revista 7/07/2016

Egon #Schiele, un pintor degenerado


Imagen: "Woman with black stockings", 1913.
Autor: Egon Schiele
    El trazo de Egon Schiele (Donau, 1890-Viena, 1918) fue casi mu eca de su vida, una especie de chapuza consentida, pero con la precisión psicológica de un taxidermista de oficio. Demasiadas veces escuchó aquello de que su pintura era una imitación de Klimt, de quien se convertiría en discípulo y protector. 
Egon Schiele

Todo discípulo desafía al maestro; Schiele, con veinte años, ya consideraba superado a Klimt y su visión edulcorada del universo femenino. Él quiso llegar más lejos; Klimt le aconsejó relajo, aplacar la furia y la líbido. Sus dibujos se mostraban tórridos, cuando no explícitos en cuanto a contenido sexual, con modelos que mostraban su sexo o simulaban poses masturbatorias. Lo que era un universo rico, al mostrar el sexo crudo, la visión fría y la mirada interiorizada de los protagonistas -con él autorretratado en no pocas ocasiones- resultaría un problema, si para reflejar aquel mundo distendido -muchas de las modelos eran prostitutas- se recurría también a menores. Así llegó el calvario de la cárcel, 25 días, al ser denunciado por el padre de una joven de trece años, Tatiana von Mosjig, tal como se narra en la película “Exceso y castigo” (1981).
Aunque la pintura de Schiele era anti académica, su trazo de un tirón, sin levantar el lápiz del papel. su visión a vista de pájaro de la escena, sobre fondos planos, como enfatizando en el grado de soledad de los protagonistas, sorprende.  
Hay quien ha criticado esa visión hedonista y solitaria, obviando el oficio de muchas de aquellas protagonistas. Entre ellas, Wally Neuzil fue la modelo más recurrente, con la que tuvo una relación muy intensa. Con Wally abandonó la claustrofóbica Viena que tanto deprimía al pintor y se trasladó al campo, primero a Krumau, después a Neulengbach, donde sus prácticas escandalarizaron a los lugareños, tanto que optaron por regresar a Viena donde se siguieron amando, al tiempo que otras  mujeres se introducían en sus vidas, las hermanas Adele y Edith -pertenecientes a la burguesía- con quien llegaría a casarse, sin advertir nada a Wally.
La I Guerra Mundial separa sus destinos; él como intelectual tendría un destino cómodo. En 1917 se entera de la muerte de Wally. Ya en casa, Edith se queda embarazada pero fallecería de la gripe española; en 1918, la misma enfermedad se llevaría tambien la suya. Tenía 28 años.
* Publicado en La Revista 4/08/2016

23 jun 2016

Amor surrealista, Breton/Lamba #Iconos

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Imagen: Jacqueline Lamba, en Aquarium, 1934.
Autor: Rogi André.

Jacqueline Lamba. 
Los surrealistas salvaban la tarde a golpe de ocurrencia, de encuentros, entre objetos extraños y misteriosos, en el mercado de pulgas. En el amor también, “Amor fou”, le llamaban.
  En el sacrosanto templo del 'Café Place Blanche' mataban las tardes André Breton y sus acólitos, en 1934; el lugar, lo más parecido a un sanedrín de la estética surrealista. Ella lo sabía, muchos lo sabían, aquellos ecuentros tenían lugar para ser vistos y contados. Ella, Jacqueline Lamba, una mujer “escandalosamente bella” con pretensiones artísticas pero que se ganaba la vida nadando en una pecera con la delicadeza de una ondina. Esa condición fue la  más significada del encuentro fortuito, ya que de la condición de artista y mujer, para los surrealistas y otros, era una condición sospechosa sin valor.
Aquella tarde en el Café Breton él estaba de espaldas a la puerta, así que no pudo ver más que el quiebro de la mirada en el rostro de sus acompañantes. Aquella mujer de “cabellos pálidos, escandalosamente bella” se paseaba puertas adentro como si levitara para incendiar con luz su cuerpo y a su vez la sala. No había truco. La joven lleva un cuaderno en la mano, se instala en una mesa y escribe. “Escribe para mí”, piensa Breton, una carta que no llega.
  A Breton le fascina la estética surrealista de la que es padre; se lleva las manos a la cabeza. El ángel premonitorio del destino ha tenido lugar ya en forma de poema, “Era para ella seguro”, piensa. El azar existe. Aquella noche se encuentran en la calle, e insisten. “Jacqueline Lamba, pintora y bailarina de ballet acuático”, lo que más excita al poeta es su otra condición, ella lo sabe. Aquella noche las calles de París se quedan cortas, se besan y se despiden a las puertas del Médical Hotel. Aquel paseo estaba escrito, por él mismo, en 1923, “Tournesol”. Aquel paseo por Les Halles, aquella bailarina que se paseaba sobre las puntas de sus pies, aquel amor noctámbulo tenía su réplica en un poema. El surrealismo funciona, se decía Breton. No hay distingos entre palabras y cosas, todos los hallazgos son posibles, igual que los sueños. Lo que no sabía Breton era que nada de aquel encuentro era casual. Fue Dora Maar quien le dio la pista, Jacqueline tan sólo les siguió la pista, y se dejó llevar. André y Jacqueline se casaron, y tuvieron una hija, Aube.

* Publicado en La Revista 23/06/2016

26 may 2016

Charles #Bukowski, con sabor a blues #Iconos

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Imagen: Charles Bukowski con su mujer, Linda Lee.
Autoría: Getty Images.



No lo intentes, Don't try, reza en su lápida, a modo de advertencia para la pléyade de seguidores aferrados con una mano a la botella, la otra, a un puñado de folios desprovistos en su escritura de horizonte rectilíneo. “La primera palabra que aprendí fue licor”, recordaba la frase, su última esposa Linda Lee en su entierro, el 9 de marzo de 1994, en medio de un cortejo fúnebre de monjes budistas.
   Charles Bukowski (Andernach, 1920; California, 1994) fue un engendro de hombre ya desde niño, cuando en la escuela sus compañeros se mofaban de su presencia introvertida, rara, y con el semblante rudo repleto de acné. En casa le llamaban Henry, por Heinrich Karl, para ocultar su origen alemán y una emigración a destiempo del sueño americano. Su padre, también alcohólico, a quien golpeaba el desempleo, pagaba también a golpes con él  un futuro crudo.
   En 1955 los médicos ya le adivinan el final si no deja la bebida, y él se adscribe de por vida a la escritura -poesía, novela, relato- de manera convulsa, siempre dispuesto a retratar un sueño americano a la inversa. Nadie lo había escrito así, tan guarro, tampoco de manera tan brillante. es como si de la náusea se pudiera desprender un paisaje maravilloso. Y la náusea era tal cual, lo deja escrito en “Mujeres”. Lydia llama a la puerta, él sale corriendo al baño a vomitar. Ella le pregunta si está enfermo, “No, no. Estoy bien. Siempre me ocurre lo mismo al despertarme". Así era Bukowski, un despojo de sí mismo que se inspira en su mundo de vagabundo. “Me gustan los hombres desesperados, hombres con los dientes rotos y los destinos rotos. También me gustan las mujeres viles, con las medias caídas y arrugadas, y con maquillaje barato”. Lo de las mujeres merece capítulo aparte. “¿Por qué escribes de las mujeres de esa manera?”, le inquiere Lydia  “Me parece algo vergonzoso que un hombre que escribe tan bien como tú no sepa nada absolutamente de mujeres”.      
   Sí que sabía de mujeres, y de hombres. Lo que en el fondo parecen historias sobre la destrucción, sobre el sexo y las borracheras permanentes, en realidad son excusas para alejar el dolor; detrás de una apariencia de gemidos e intercambios de flujos, lo que hay es una intensa ternura y piedad hacia el ser humano, con desgarro, el de alquien que interpreta una melodía resistente, en clave de blues, en bucle permanente, Mientras insiste, “Don't try”.

*Publicado en La Revista 25/06/2016

13 may 2016

¿Por qué, #Medea, por qué? #Iconos

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Imagen: Medea (1862), de Eugène Delacroix.



Medea es ficción, Medea es mito. Medeas son muchas, Eurípides, Séneca, etc.; Medea universal, sin fronteras del tiempo. Tragedia, drama, venganza. ¨Que nadie me tenga por floja, débil e indolente...” La venganza es vida mientras esta se consume por el odio. ¨Sí,prenderé fuego a la morada nupcial o les atravesaré el hígado con afilada espada”.
Medea, presa de la furia, del rencor, calcula, con la frialdad del hielo, la destrucción de Jasón, Glauce y su padre. Ellos no tienen la culpa, pero están ahí y forman parte de ella; para hacer más daño a su marido acabará con sus propios hijos. Después, un carro de serpientes aladas guiará sus pasos hacia Atenas.
Atrás, bien atrás, un viaje, en busca del vellocino de oro, destino. La Cólquida. Los Argonautas te salvaron, ellos fueron los héroes. Con ellos tu amada Medea, hija de Eates, el rey de ese país. Es ella quien te ayuda a superar las pruebas, a robar el vellocino de oro, y a huir hacia Corintio. Allá tu tragedia, Jasón.
¨Jasón me debes un hermano”. El poder impone condiciones; Medea, te ayudó en la muerte de Pelias, él había matado a tu padre. Pero aquel amor, y sus frutos han sido mancillados, tu lecho, deshonrado. Te prometiste a Glauce, hija del rey de Creonte; ¡Ay, el coste de la traición!.
Pretenden -Medea- que abandones Corintio; el mal, la tragedia se mastica pastosa. No valen lamentos, el coro de mujeres poco puede hacer más allá de escuchar tu llanto, el hombre por el que dejaste a tu familia, tu tierra, te ha traicionado.
Creonte -el rey- suspira tu destierro, que abandones Corintio y dejes vía libre para que tu amado se case con la princesa. Él -Jasón- también te lo pide; tú sólo pides tiempo para asumir; las palabras cruzan en tu mente como si fueran lanzas. Les haces ver que eres sumisa pero tú no vas a soportar sola el repudio y el destierro; la venganza queda escrita, ¨Hacer de una recién casada una antorcha nupcial”; con falsedades le haces creer a tu amado que aceptas su boda y tu destierro. La princesa Glauce desconfía de tu presente, ese vestido impregnado de pócima mortal que tus propios hijos han portado. Duda, pero acepta, el veneno arrasa su piel que la quema como un ácido, muriendo ella y su padre, el rey Creonte. Jasón no tiene réplica, o no otra que sus/tus propios hijos. ¿Por qué, Medea, por que? Eran tus hijos.

* Publicado en La Revista 12/05/2016

5 may 2016

Madame du Barry, la preferida del rey #Iconos

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Imagen: Dolores del Río, ¨Madame du Barry”, 1934.




En el período del Terror (1791-1794) Francia no frenó la guilotina un instante. Nuestra protagonista, Madame du Barry, un ángel de belleza arrebatadora sería ajusticiada un 8 de diciembre de 1793, a la vista de todos y con la mirada de desprecio hacia el populacho; casi a un tiempo que María Antonieta, su gran ememiga en la corte.
   Nacida Jeanne Bécu (1743) en Vaucouleurs; en los prostíbulos de París se la conocía como mademoiselle L'Ange, supuestamente era hija de un franciscano llamado Ange, y de una cocinera. Ella también estudiaría con las monjas, hasta que -15 años- su rebeldía la hiciera volver junto a su madre y desempeñar otros oficios, entre otros dependienta de una tienda de modas. Por su físico el respetable masculino suspiraba; cae en las manos de un proxeneta de familia noble y pocos escrúpulos como Jean-Baptiste du Barry, acostumbrado a buscarles porvenir a las jovencitas. Pero ella ya se dedicaba al oficio; así que él tan sólo le garantizaría contactos de alta alcurnia, el marqués de Arcabol, el mariscal Richelieu o el financiero Sainte-Foi. No hubo amor, tan solo una relación de intereses.
    Cuando se la presentaron al rey Luis XV, lejos de avergonzarse de su pasado, ella se presentó como experta en el arte de amar. Así ocuparía el puesto de la marquesa de Pompadour, recién fallecida. La designación fue un asunto de estado. Richelieu se mostró favorable, así pensó que el rey podría destituir al Secretario de Estado Choiseul.
   Para ser amante oficial del rey, un sexagenario apasionado de las jovencitas, era necesario antes casarla con alguien que le aportara título nobiliario; fue un du Barry, Guillermo, hermano de Jean-Baptiste, a cambio de una suculenta cantidad de dinero y desaparecer de la escena; ella, a pesar de las reticencias, entre otras las de las hijas del rey, se sentó a su mesa y recibió el palacio de Louveciennnes. Amante de las artes, en especial la música, y del gusto refinado, acumularía una gran cantidad de joyas, algunas harían suspirar a Maria Antonieta, como un collar de más de mil diamantes, rubíes y esmeraldas. Tiempos revueltos, tras la muerte del rey se le presagiaba un breve futuro. Sus frecuentes viajes a londres, donde recalaba en brazos de otros amantes, fueron también excusa, ocultar joyas y bienes. Le pillaron, poco después, sería la guillotina quien entraba en eljuego.

* Publicado en La Revista 4/05/2016

7 abr 2016

Valtesse de la Bigne y su cama #Iconos

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Imagen: cama de Valtesse de la Bigne, de Édouard Lièvre, 1875.


La Alcoba más famosa de Francia está en el Museo de Artes Decorativas de París, una cama en madera y bronce con baldaquín, allí unos cortinones verdes se descuelgan sobre el lecho y su enrejado cierre dorado. El verde era el color favorito de la dueña, Valtesse de la Bigne (París, 1848-1910), allí sollozaron aristócratas que le dieron forma de lujo a su vida; también pintores (Gervex, Detaille, Courbet, Corot), a algunos sirvió de modelo, a todos inspiró; o literatos, como Émile Zola, sobre cuya figura recreó su personaje de “Nana”, y su relumbrante misterio, la admirada cama. “Una cama como ninguna otra, con trono, un altar donde París admira su desnudez soberana”, diría Zola. Pero hablaba de oídas, porque, aunque se aprovechó de la amistad con el pintor Henri Gervex para colarse en la vivienda de esta afamada cortesana del Segundo Imperio, amante del mismísimo emperador Napoleón III, no le quedó otra que imaginar el lecho para describir más tarde en su novela; aunque insistió, la condesa le negó el paso y le recriminó su actitud. Zola consiguió ser invitado a comer, pero se le declinó la posibilidad de curiosear en la alcoba como pretendía, digna tan solo de quienes compartían amoríos. Al llegar el escritor enmudecido por los excesos decorativos de la estancia; en el comedor, sin entrar en conversación con los otros invitados, tan sólo se dejaba llevar por la pluma y las notas. “¿Cuál es la altura del techo Madame?”, inquirió, cuando todos aguardaban su estimable conversación; la apreciación puso al desnudo sus intenciones. Sin más, Valtesse, pidió al pintor que nunca más lo llevara a su casa. El atrevimiento no le impidió después insistir en ver la alcoba, la negativa se hizo más rotunda; tan solo la historia y sus amantes disfrutarían del lecho.
 
Rolla, 1879, de Henri Hervex; con Valtesse de la Bigne de modelo.
   Valtesse, de pelo rubio en cascada, hija de lavandera normanda que se ganó la vida como meretriz, trató sin éxito de ser actriz, con “Orfeo en los infiernos”, de Jaques Offenbach, así que apostó por la vida de cortesana. Entre sus amantes los príncipes Lubormirski, o de Sagan, a quien arruinaría al financiar su hotel particular construido por Julez Février en 1876. En realidad, a la condesa le gustaban las mujeres, entre ellas, Liane de Pougy, a quien protegió y dio sabios consejos. “Una buena puta debe dedicarse a contar las moscas del techo mientras finge disfrutar”; así fue.


*Publicado en La Revista 7/04/2016

31 mar 2016

Anita Pallenberg y los salvajes #Stones #Iconos

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Imagen: Anita Pallenberg, 1967.
Autor: James Baes.

Los sesenta fueron salvajes de la mano de los Stones; una cabellera rubia de mujer fatal encendía pasiones, nada difícil al calor de la banda. Anita Pallenberg (Roma, 1944), joven refinada nacida en Italia, educada en Alemania y de buena familia se abría paso en la noche de Roma, París y Nueva York. La chica adoraba también el blues de los Stones; entonces la banda era de blues. La primera vez que se acercó a los Stones fue en 1965, en un concierto en Munich, ella trató de ofrecerles hachís, algo que la banda rechazó, nunca se colocaban antes de los conciertos, dijeron.
Ni aunque se lo ofreciera el mismo diablo con melena rubia y cuerpo de mujer. Después de la actuación Brian Jones la invitó a su habitación de hotel y así se hicieron inseparables, la pareja más glamurosa en cualquier fiesta que se preciara. La historia duró dos años, hasta el declinar físico y psicológico de Brian, allí los Stones cambiaron de rumbo. Una noche de excesos dejaron a Brian en Tánger, en medio de una sobredosis, y Anita Pallenberg se unió a Keith Richards, que le abrió su corazón. Así doce años juntos y tres hijos en común. 
tumblr_niar896dVC1sdan8vo1_1280_resultLos setenta fueron años duros, pero la impronta de Anita quedó patente en la banda. Suyos fueron los coros de Sympathy for the Devil, y a ella estaban dirigidas canciones como Beast of Burden o Happy. 
A su carrera de reconocida modelo, Anita sumaría papeles de actriz, el de Barbarella de Roger Vadim junto a la inigualable Jane Fonda, o el morboso de Performance (1968) de Donald Cammell, todo un entramado de pura confusión sexual de siete semanas de rodaje donde filmarían escenas de sexo con Mick Jagger, que quedarían al margen de la versión oficial.
Los Stones le deben a Anita muchas cosas, empezando por su estilismo, Brian Jones se aferraba siempre a alguno de sus “trapitos”, y qué decir de la buscada androginia manifestada desde entonces por Jagger o Richard. El poder de Pallenberg sobre la banda era sobrenatural, al menos hasta que su presencia se volvió fatal. La heroína hizo estragos en su relación con Richard. En 1979 un chico de 17 años se suicida en la cama de la pareja jugando con la pistola de Keith. La juerga llegaba a su fin. Curas de desintoxicación, hospitales para alcohólicos. La diablesa tocaba el infierno con la mano. Una mala influencia para la banda, sin duda. 







* Publicado en La Revista 31/03/2016

3 mar 2016

El último tiro del cazador # Hemingway #Iconos

Iconos

Imagen: Ernest Hemingway.

Ernest Hemingway



No eran ni las 7 A.M. y el día se vencía a plomo, como si la verdad se sirviera ya gastada. La noticia ocuparía las primeras de los rotativos, era Ernest Hemingway (Oak Park, Illinois, 1899-Ketchum, Idaho, 1961).
  A Mary Wells, su cuarta esposa, la conoció en plena contienda; ella, también periodista, trabajaba para la revista Time. Eran las postrimerías de una guerra y él, un hombre casado -ella también-, sin embargo, aquella petición de casamiento después de almorzar resultaba creíble. El león, desde su atalaya de un metro noventa rugía de nuevo; se casarían en 1946.
   Aquellos días -julio de 1961- el escritor andaba raro. Nada que ver con el torrente que lo llevó a serpentear todos los peligros, empezando por la conducción de una ambulancia en la Italia de la primera gran guerra, con apenas 18 años. Todo en él había mudado en silencio, miedos injustificados, aunque fuera más que real que el FBI le siguiera los pasos. Con la única vestimenta posible -la “túnica del emperador”- que a cualquiera le señalaría en ridículo, tras vislumbrar con melancolía la atmósfera de la mañana, abandona la estancia con el sigilo del suicida. Mary duerme con el desvelo de la incerteza, el que le había llevado ya al hospital de Sun Valley y a la clínica Mayo para aplicar sobre el escritor terapias de choque. No era la primera vez que lo encontraba acariciando su preciada Boss empujando cartuchos del 12 grande. La sangre y la violencia extrema nunca amilanaron su espíritu, su vida había sido un espectáculo en forma de belleza y sangre, animal o humana. Es probable que -en su pensamiento- el FBI, le pisara los talones. Dos tiros sin pausa, y el silencio roto despiertan los peores presagios. “Un accidente, ha sido un accidente”, que nadie piense en lo contrario. A sus 62 años la casa era un arsenal, presionar el gatillo, un gesto más interiorizado que pulsar la tecla y posicionar pensamientos en frases carentes de subordinadas sobre un folio en blanco, al menos hasta que éste se había rebelado contra el Nobel. La escritura se había convertido en tormento, alguien del FBI seguía sus pasos. Fue un accidente, créanme.

*Publicado en La Revista 3/03/2016

25 feb 2016

J.D. Salinger y la mujer de Chaplin #Iconos

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Imagen: Oona O'Neill, en 1942.

Oona O'Neill, en 1942.


Mi madre se dedica a ligar y a deprimirse, mi padre vive en San Francisco. Veámosle el lado positivo: ¡soy la chica más libre de Nueva York!”, le dice Oona O'Neill a Jerry Salinger, no de cualquier manera, en voz de su propio personaje: “Oona y Salinger”, la recién editada novela del francés Frédéric Beigbeder (Neuilly-sur-Seine, 1965), en unos diálogos imaginados entre quienes en un verano de 1940 fueron novios. Ella, hija de Eugene O'Neill, quien la abandonaría junto a su madre; él, el autor de “El guardián ante el centeno”(1951), crónica del vivir juvenil, cuyo éxito no superaría. Pero en 1940, aquel amor imposible y casto en medio de un frenesí noctámbulo y alcohólico atormentaría a Salinger.
 “Tengo que perderla para que permanezca inocente en mi recuerdo”, se decía para sí el futuro eremita, pero sus planes serían un fracaso.
En la novela transitan personajes reales de aquel campeonato improvisado de escritura, Truman Capote, Orson Welles, Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, pululan entrelazados como quien quiere dar argumentos de vida a Salinger, el larguirucho personaje -21 años- que se enamora de la hija del ya Nobel, una jovenzuela guapa y pizpireta de 17 años, que, aunque, tímida se codea con lo más granado de la sociedad neoyorquina.
   Pero la actitud impávida de la chica ante el futuro azuza la estrategia a seguir. “¿Me esperarás?”,”Deja de gimotear, hombre, ¡pareces Scarlett O'Hara! Tratando en vano de impresionarla Salinger se alista voluntario en el ejército, y ella se dirige a Los Ángeles, en busca de una carrera artísitca. No le esperará. Desde el frente, después de arrastrarse por el fango de la contienda, le remitirá misivas. Él participa en el desembarco de Normandía y en la liberación de París; ella casi sin recordarlo se divierte en sus noches de vino y rosas. En una de ellas, después de cenar con Orson Welles terminaría éste en ejercicio de pitoniso por leerle la mano, fue sincero, “conocerás a un hombre mayor”. Así fue, se llamaría Chaplin, de 54 años. Juntos hasta el final, tendrían ocho hijos. A Salinger no le sirvieron de nada sus plegarias ni su arte.

* Publicado en La Revista 25/02/2016

19 feb 2016

Garganta Profunda, o el sexo XL #Iconos

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Imagen: Linda Lovelace, 1972.
Autor: En Garganta Profunda, de Gerard Damiano.

Lina Lovelace
 En San Genaro -“Cuéntame”- la peña anda revuelta, en la sala X de la calle del Pez se estrena “Garganta Profunda”. Se ubica el momento en 1984, cuando en España se aprueba la Ley Miró del cine; la cinta fue filmada en 1972, en Estados Unidos.
Una broma que se salió de madre, sólo así se entiende su alcance. Una joven descubre que el sexo le desconcierta, no es que no se excite, pero no como a ella le gustaría. Entra en escena el Doctor Joung, que descubre con sorpresa que su clítoris está ubicado en la garganta; el séptimo arte da con la piedra filosofal. El despertar sexual de la sociedad americana fue un despertar económico. Gran parte de ese negocio estaba en manos de mafiosos, esta película también. Butchie Peraino era un influyente miembro de la familia Colombo, presente en la ciudad de Nueva York. Sexo explícito con trama y aspecto de película; para ello cuenta con Gerard Damiano, un director de largos sin  miramientos. La trama para la película, protagonizada por Linda Lovelace (1949-2002) y Harry Reeems (1947-2013), fue ideada tras un encuentro casual del director con la actriz y su entonces marido Chuck Traynor, quien ejercía de chulo sin remilgos. El primer encuentro fue en el despacho del mafioso, el segundo, en un club de intercambio de parejas, donde descubrió la felación y el arte que  Linda desarrollaba. El rodaje fueron 10 días, en Florida, y la trama, una mujer que buscaba con decisión su orgasmo. En 12 de junio de 1972 la película se estrena en 300 salas. Aún así, la cosa no hubiera tenido más recorrido sin la intervención de dos protagonistas, un crítico, Al Goldstein, de Screw, quien la reseñó como la gran película porno; el otro, Richard Nixon, quien de la mano de sectores más conservadores trató de impedir sin éxito su difusión, aunque condenaran a Harry Reeems a cinco años de cárcel que no cumplió, entre otras razones por el apoyo de actores como Jack Nicholson, y o Gregory Peck a favor de la libertad de expresión.
Un talento mafioso como Frank Sinatra no dudaría en contar con Linda Lovelace y su marido proxeneta en sus fiestas. Butchie Peraino, vio cómo sus 24.000 dólares invertidos sumaron más de 600 millones. Y Nixon, no sólo no consiguió frenar la cinta, sino que al informante de su propio escándalo que provocó su cese se fijaría en la historia con el sobrenombre de la película.

*Publicado en La Revista 18/02/2016

14 ene 2016

Russ Meyer, y vienen curvas #Iconos

Iconos

Imagen: Tura Satana, en "Faster Pussycat", Kill! Kill!, 1965.
Autor: Russ Meyer.

Tura Satana, 1965


Russ Meyer (California, 1922-Los Ángeles, 2004) fue un tipo con las ideas claras, decidido, lo mismo se atrevió a filmar la Segunda Guerra Mundial a las órdenes del general Patton, que a fotografiar, armado de glamour, a las conejitas de Playboy del singular Hugh Hefner. En su filmografía, tuvieron mucho que ver sus obsesiones, las mujeres con grandes pechos; sus líneas biográficas, una madre dominadora y desquiciante, una hermana colgada de locura, o un padrastro calzonazos; incluso el padre biológico, un policía judío que los abandonó; el de policía es uno de los oficios más representados. 
José pazA Meyer no se le dio mal fotografiar modelos de Playboy, donde se topó con Anita Ekberg, o Eve Meyer, que se convertiría en su segunda mujer, también una hábil negociadora y productora de gran parte de sus películas. 
"The inmoral Mr Teas" (1959) sería el germen de lo que vendría después, sin pauta moral de fondo que justificara sus desnudos -las nudie-cuties de la época- lo suyo sería cachondeo y divertimento, a base de sketchs y regodeos eróticos como nunca antes se habían visto. De aquel marasmo iniciático se pasó a la sexploitation como género del que Meyer sería el padre, de allí saldría una gran saga fílmica que triunfaría a nivel comercial,  en la que él ejercería todo tipo de funciones, también la promoción acompañado de esa troupe de féminas rotundas.
Tras filmar "Lorna y Mudhoney", en 1966, títulos menores, se enfrenta a su gran momento, "Faster Pussycat, Kill! Kill!" (1965) pura locura con strippers en el desierto y su particular visión del juego. De todo el elenco, una mujer muy bella, todo mestizaje como Tura Satana -quien enamoraría al mismo Elvis- se apoderó de la pantalla; le acompañaba Haji, y la flamante Lori Williams. "Mondo Topless" (1966), "Common Law Cabin" (1967), "Vixen" (1968); y casi una treintena de películas para mentes calenturientas o fetichistas de una forma de hacer que se llenaría de fieles, John Waters, Brian de Palma o Tarantino.
  En su muerte, en 2004, nada tuvo que ver el sexo, que pudiera.
*Publicado en La Revista 14/01/2015


4 ene 2016

Elogio de la belleza

La Mirilla



“La belleza no hace feliz al que la posee, sino a quien puede amarla y adorarla”, que diría Hermann Hesse. En tiempos del yoismo enfermizo y del selfie atormentado parece difícil pronosticar otras verdades, encender otras luces que las propias, mirar a la vida y disfrutar; insistan.

*Publicado en el diario La Región 4/01/2015

Envolturas de silencio

E l invierno envuelve cada rama entrelazadas entre sí por el frío y la niebla que lo atrapa todo en un escenario de aventura. Todo es ...