24 nov 2016

Djuna Barnes, amor por la noche #Iconos

Iconos

Imagen: Djuna Barnes, en los años veinte.


Djuna Barnes
 Doctor, he venido a pedirle si puede contarme todo cuanto sepa de la noche”, le inquiere Nora Flood al doctor O´Connor, en “El bosque de la noche” (1936).
   En la novela, Nora es el personaje de la propia escritora, Djuna Barnes (Nueva York, 1892-1982), quien en 1921 llega a París como reportera de Mc´Calls, para entrevistar a personajes famosos, allí entabló amistad con Ezra Pound, James Joyce, Gertrude Stein, Natalie Barney, Peggy Guggenheim, Kay Boyle o Eugenio Montale. De los años 20 al 33 pasaron muchas cosas alrededor de la vida noctámbula de la ciudad, que ella, la escritora, una escritora atípica que se formó en casa porque sus progenitores (más tarde separados) recelaban del sistema público de enseñanza; vivió y bebió hasta el disparate. También se enamoró con la locura necesaria para mantener una relación con otra mujer mucho más joven, la escultora Thelma Wood, en la veintena cuando Djuna andaba por los treinta. Una relación que duró ocho años con altibajos en los que Thelma tuvo otros amores, el más reconocido el de la fotógrafa Berenice Abbot, cuyas infidelidades la hicieron sufrir en demasía, y a modo de venganza, les otorgaría un protagonismo y una descripción sicológica de los personajes sin demasiada piedad.
  Fueron años duros para Djuna Barnes, alcoholizada y depresiva, con varios intentos de suicidio y la posterior asistencia de una mecenas ejemplar como Peggy Guggenheim, quien la liberaría de París, y durante muchos años la asistiría económicamente. Con una mala salud constante, Djuna alcanzaría los noventa años.
   El doctor O´Connor, que representa a Dan Mahoney, es un irlandés, fantasioso y delirante, que se dice Dante y se disfraza de mujer con tirabuzones y camisón, y reside en una especie de escenario nauseabundo y cutre que tiene por piso. Hasta allí el encuentro, por error, pues éste esperaba a otra persona. Y allí la gran lección. “Hace ya mucho tiempo que la noche es noche”, que encierra lecciones de vida, “No somos más que piel al viento, con músculos tensos contra la mortalidad”, también de manifestaciones noctámbulas, “¿Era de noche cuando Sodoma se convirtió en Gomorra? ¡Era de noche, lo juro!”, porque la noche es necesaria, incluso cuando arde Roma. “El incendio lo pones en pleno mediodía y pierde algo de su significado”. Así es, Djuna, así, es.

* Publicado en La Revista 23/11/2016

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