28 jul 2013

Una sirena al natural #Iconos #Diane Webber

Iconos

Foto: Diane Webber, 1956
Autor: Peter Gowland

                          Foto: Diane Webber




 A Diane webber (Los Ángeles, 1932-2008) le apasionaba su cuerpo, a los norteamericanos que compraban las publicaciones donde ella aparecía desnuda, también.
Desde niña soñó con ser bailarina de ballet, pero a los dieciocho se conformó con ejercer de corista en un club nocturno de San Francisco. Ochenta dólares a la semana por cimbrear su cuerpo de perfección, tres sesiones diarias seis días a la semana. Cuenta Gay Talese, el escritor norteamericano que para relatar la vida sexual de los americanos se dejó la piel durante diez años al calor de sus fuentes, que la primera vez que Diane Webber se vio desnuda ante un grupo de personas en un cambio de vestuario con las coristas del grupo su cuerpo no paso desapercibido, alguien del grupo  le aconsejo posar desnuda a cambio de un dinerillo extra ante un profesor de arte; así lo hizo.
  De regreso a su ciudad natal se puso en contacto con lo más granado de la fotografía, uno a uno llamó “a gente como David Balfour y Keith Bernard, Peter Gowland y André de Dienes, William Graham y Ed Lange”, muy muy curtidos entre las estrellas de Hollywood; a todos la desinhibición de Diane impresionó tanto como su cuerpo de gloria, aunque su concepto de la desnudez era otro. En 1954, Diane Webber vestía ya todas las revistas masculinas del país, incluida Playboy, a cuyo promotor Hugh Hefner la propuso en dos ocasiones.
  La carrera de la modelo, bailarina y actriz estaba encarrilada, también su sentir naturista de la vida que la guiaría durante años. Casada con Joe Webber, compaginaría ya su activismo naturista con su pasión como bailarina, no ya de ballet, una lesión de rodilla se lo impedía, pero sí la danza del vientre, todo un descubrimiento para ella tras un viaje.
  En 1962 protagonizaría “The mermaids of tiburon”, de John Lamb, donde aparecía sumergida como una sirena. Lo del naturismo lo practicaron en familia durante años, incluso se atrevió con un libro sobre la experiencia, “Aquellos maravillosos Webbers”, hasta que desencantada con la deriva que para ella había tomado la práctica nudista, la abandonó. La danza continuaría en el tiempo hasta que le abrazó la enfermedad.

*Publicado en La Revista 28/07/2013

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