6 abr 2014

Machetes para una masacre. #Iconos#Ruanda

Iconos

Imagen: Ruanda, 1994. 
Autor: James Nachtwey. 

James Nachtwey

 El odio puede llevarnos lejos, la historia está llena de muescas de ello. Ruanda, pequeño país africano entre Uganda, Tanzania, Congo y Burundi; en tiempos, reducto colonial alemán y después belga. En Ruanda se cumple una macabra efeméride que debiera hacernos reflexionar. Uno no sabe calcular lo que cuesta un machete de esos que sirven para adentrarse en el interior de la selva. En 1994, en ese país, uno de los más pobres, de una partida internacional de ayuda promovida por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial de 134 millones, se desviaron 4,6 millones para ejecutar un genocidio a machetazos entre etnias de hutus y tutsis; la tercera, la de los twas, no participó. Hutus y tutsis andaban a la gresca desde tiempo inmemorial. La excusa, un avión presidencial del hutu Habyarimana derribado en un sospechoso accidente.    
  Durante cuatro meses la violencia se apodera de todo. Una milicia hutu, los temidos Interahanwe ejecutaron una carnicería contra la minoría tutsi, muchos de ellos, agrupados en torno al Frente Patriótico Ruandés (FPR), provenientes del exilio en Uganda. El 7 de abril, la primera ministra Agathe Uwlingiyimana y 10 soldados belgas que la custodiaban de un contingente de la ONU, fueron asesinados por la guardia presidencial, bajo la acusación del derribo del avión presidencial. La acción, lejos de provocar una reacción de la comunidad internacional, resultó todo lo contrario, a sabiendas, por las rencillas históricas entre las partes, que los enfrentamientos estaban garantizados. Belgas y Franceses, países con más presencia e intereses, evacuaron a sus nacionales, despreocupándose de todo lo demás. Otro absurdo enfrentamiento, éste entre el gobierno norteamericano -Bill Clinton- con el Secretario General de las Naciones Unidas, Butros-Ghali, quien consciente de la situación, reclama a la desesperada un “inmediato y masivo refuerzo para parar la contienda”. Lejos de atender la llamada, tras una polémica votación, se acuerda reducir el número de efectivos de la misión en la zona. Meses y meses sin respuesta y un término, el de genocidio, que comienza a ser tabú, sin que nadie reconozca un error de tamaña magnitud. Entre 800.000 y 1.000.000 de muertos, por un absurdo conflicto de intereses. 

*Publicado en La Revista 6/04/2014

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