Foto: "Broadway and 103rd Street", 1955
Autor: William Klein
William Klein |
William Klein (New York, 1928) se volcó en el Harlem neoyorkino -1955- con el mismo instinto y aptitud que años antes, al acabar la contienda mundial, se asentó en el París de su admirado Léger. A Klein "pintor" le guiaba la abstracción que se coló en sus primeras fotografías a modo de lienzo extraño en el que la luz se colaba entre los cartones perforados y recortados, al estilo de las raygrafías de Man Ray.
Sus imágenes americanas fueron como tiros al lenguaje fotográfico. Al contrario de la pulcritud y elegancia del Cartier-Bresson imperante, lo suyo eran pasos decididos en el camino de la antifoto, haciendo implosionar el grano a la película, desestructurando cualquier régimen alrededor de los encuadres, derrocando la lógica en favor de un caos controlado. Una especie de Robert Frank pero guiado por sus propios parámetros. Klein es a la fotografía una descarga violenta a la par que extraña y sensual, no al estilo de un voyeur, sino más bien de fisgón curioso tratando de implorar a los dioses. Un artista con el disfraz de reportero interactuando con los personajes, riéndose de la vida. Nueva York, Roma, Tokio, Moscú de su mano se llenan de vida. Él sabe recoger la atmósfera de cada ciudad con el mismo espíritu que un músico de jazz se apropia de la melodía precisa. Administrando lo molesto por no estar instaurado, el desencuadre, el movimiento, las deformaciones, el azar. Utiliza el gran angular con la minuciosidad de un ilusionista, recreando la escena y los personajes donde no los había, quizás porque la cámara en su mano es una excusa, un escudo para ejercitar la vida con la destreza en su aproximación.
A Kleim le excita lo extraordinario y por eso lo busca con insistencia, acercándose y alejándose cuando llega el momento, que es lo que ha hecho con la fotografía a lo largo de una vida tan intensa, nunca ha tenido la necesidad de fotografiar todo ni todo el rato, pero cuando se ponía a ello lo hacía en conciencia. Quienes vieron en el New York, su New York, "algo demasiado triste y afeado", desconocían la acción de la pólvora en sus manos; lo mismo le ocurrió a la moda, en Vogue ejecutó un estilo de lo más personal, a golpe de tele que acabaría imponiéndose; también en sus películas de corte experimental, o en la infinidad de "alimenticios "anuncios de televisión.
*Publicado en La Revista 17/03/2013
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