En Columna
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| José Paz |
Uno que anda a la espera de esa compra definitiva, la de un manual de autoayuda que le explique los entresijos de la verdad y el camino a seguir para alcanzar la felicidad eterna, mientras llega ese momento no hace otra cosa que desesperarse. Resulta que nos hemos pasado décadas vendiendo la milonga de que nuestra alternativa económica al páramo autoimpuesto por las fuerzas vivas que nos han estado administrando era la del turismo de calidad y empaque y resulta que a la primera de cambio nos quedamos sin centros comarcales -con proyectos de muselización realizados y equipamentos de lujo-y ahora nos quieren restar y diezmar paradores, ¿pero qué tipo de juego es éste?
Uno que ya lleva el cuerpo cansado de tanto estoque desconoce a la madre de quién hay que mentar para sobrellevar esta desgracia continua, que el panorama es más desalentador que el vivido por los franceses en su marcha de Stalingrado. Una decisión como la de la supresión de estos referentes turísticos no se puede plantear como ese suma y sigue con el que nos quieren hacer comulgar, en primer lugar porque son escenarios privilegiados cuya imagen es una especie de avanzadilla sobre los otros encantos a ofertar; puede que hayan estado mal gestionados, que yo no lo sé, lo que sí tengo claro es que han estado infrautilizados –como empresas de capital público que son- o han fallado en sus campañas de promoción de la provincia. Andamos necesitados de activos vivos y no sarcófagos silentes que nos vigilen desde las atalayas. Cuesta comprender ahora el silencio, la duda, prefiero pensar que se trata una discreción útil, por parte de los responsables de la cosa pública, esas mismas que cuando ensalivan hablando de nuestras potencialidades como provincia les sale la emoción a borbotones. Quiero pensar, una vez más, que están en ello.
*Publicado en el periódico La Región 13/12/2012
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