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| José Paz |
Lo siento, pero a uno le cuesta ya seguirle el hilo a este país de congoja y damepena diaria como si fuera la antesala del estrépito final que propugnan los mayas de pega. Lo siento y me resisto. No es de recibo que Rajoy un año después de la avalancha electoral, ante su patética acción en pro del porvenir, mente otra vez la herencia recibida e insista en el acuse al desgobierno zapateril como justificación única. Que yo sepa a uno cuando le brindan una herencia no le piden que la valore, tan sólo que la acepte o no.
Gloriosos momentos aquellos cuando las huestes populares demonizaban la presa con el ánimo cambiado para demostrar sus dotes de buena educación y colegio de pago; ahora lo que olemos es el tufillo rancio y plato frío que Campofrío, la empresa de los chorizos, recoge una vez más a modo de histérico aguinaldo navideño, cuando en realidad hacia donde querría apuntar era hacia la última sonrisa. En España, a falta de soflamas a lo Chávez, que anda malito, o a lo Castro, que ya no está, o a lo Obama, siempre tan solemne, el discurso por estas fechas lo marca la publicidad de Campofrío –la del año pasado iba de cómicos- ; hete ahí al bueno de Fofito para levantarnos el ánimo y alimentar la risa a base de chistes más derrotistas que la soldadesca a su regreso de la guerra de Cuba, y de eso ya hace un cacho. A falta de tino y voz de mando, que el toque de humanidad lo pongan los publicistas, primero fue Freixenet y ahora los del fiambre. Vaya por Dios, y no por el trabajo, sino por el hartazgo de tanta moralina. Pretenden que brindemos con cava y chorizo cuando lo que necesitamos con urgencia es Viagra de solemnidad, no para reventar la caja de los medicamentos, si no la del desánimo. Viagra en trago largo para levantar el país a lo Nacho Vidal, y dejarse de dar pena sensiblera.
*Publicado en el periódico La Región 20/12/2012
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