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Imagen: Bill Clinton y Monica lewinsky, 1997
Uno
lee el informe Starr, el del famoso fiscal Kenneth Starr, el mismo
que le fue entregado al Congreso de los Estados Unidos el 9 de
noviembre de 1998 donde pedía la destitución del presidente Bill
Clinton y le entra la duda si sonrojarse o ponerse cachondo. Leía el
otro día que la ilustre señorita, que ahora además de tiesa anda
descorazonada por toda la tierra que ha tenido que poner de por medio
desde su affaire presidencial, ha recibido la tentación de una
editorial de contar con pelos y detalles los caprichos sexuales del
pelirrojo expresidente, después de releer el relato del fiscal uno
se pregunta si los cuentos de Canterbury tienen tantos argumentos
para el frenesí de los amoríos de alcoba como los allí contados.
El
informe Starr fue la parte visible y palpable de un escándalo
destapado y difundido en la red, año 1998, en un momento en que los
medios andaban aviesos por atrapar audiencias. El gato al agua se lo
llevó un medio insignificante, The Drudge Report, quien sin
contrastar -18 de enero de 1998-se lanzó a la piscina y publicó un
correo anónimo que había recibido. Otros medios como el semanario
Newsweek, que también tenían informes del asunto de la becaria
dudaron y no se atrevieron en un primer momento a publicarlos para no
dañar la imagen del presidente. Tras un posterior desmentido por un
ex portavoz de Clinton, George Stephnopoulos, los medios se lanzaron
a degüello y ya no hubo manera de pararlo. El momento culmen tuvo
lugar el 11 de septiembre de ese año, dos días después de su
presentación en el Congreso, cuando los parlamentarios decidieron la
publicación de las 455 páginas del mismo, en distintos canales,
medios, webs, buscadores, para no colapsar el del Congreso. El hecho
ha marcado un punto relevante en la historia de internet.
En
el informe descubrimos a un presidente que aliviaba sus picores con
la becaria, de pie, “en un recibidor sin ventanas que daba a su
estudio y apoyado en la puerta del cuarto de baño para no
incrementar sus dolores de espalda”. Las felaciones que requería a
la ilustre Mónica no llegaron a culminarse, salvo en dos ocasiones,
por una pura “cuestión de confianza”, incluso la famosa del
vestido Gap, cuyo estudio de ADN desveló que los flujos en él
hallados eran de un Clinton impetuoso y descuidado. En dos ocasiones
también él llevó a la chica al orgasmo, “después de acariciar y
besar su pechos desnudos y tocar los genitales a través de la ropa
interior”, como ven no es fruto de mi mente aviesa y calenturienta,
son extractos del Informe Starr, que marcan la guinda con uno de
aquellos flamantes puros que fumaba el ilustre Clinton y al que
también buscó otros usos. De verdad señora Lewinsky, ¿cree que
hace falta otro libro para volver a contarlo?
*Publicado en La Revista 16/12/2012
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