Erick Jiménez, 37 años, San José (Costa Rica), baliarín.
José Paz |
La realidad del artista es compleja, y “no existe ese estado ideal”, ese lugar donde ponerlo en práctica, y no siempre se ve con buenos ojos. Erick Jiménez cuenta que cuando se decantó por la danza, hace casi treinta años, ni siquiera, era bien visto el que un hombre apostara por semejante oficio. Costarricense del 77, unido a Maruxa Salas, ourensana, en la vida y en Sólodos, su propia compañía. “En la danza tienen que ver mucho los contextos educativos, sociopolíticos, e incluso la propia historia de cada país hacen que ésta figure en una determinada posición”. Un arte efímero en evolución permanente que, sin lugar a dudas, para Erick es un privilegio, ese lugar ideal que le hace feliz, porque realiza lo que le gusta "y además me pagan por ello”.
La sesión con un artista como Erick no podía ser igual a la de cualquier otro personaje, más allá del look impecable, estamos ante un gimnasta que trabaja su cuerpo duramente ocho horas diarias, su herramienta de trabajo sobre el escenario, que es donde, como él indica, “él lugar donde te encuentras con todas tus virtudes y defectos”; el resultado, un lujo inalcanzable para el común de los mortales, y para La Revista. Feliz año a todos.
*Publicado en La Revista 8/01/2015
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