Foto: Lauren Bacall en Harper's Bazar, 1943.
Autor: Louise Dahl-WolfLauren
Louise Dahl-Wolf |
Lauren Bacall dijo en alguna ocasión que lo de ser viuda no era una profesión; ella, que no se libraría jamás de ser la viuda de Humphrey Bogart, uno de los tipos más duros de la pantalla de Hollywood, y eso que tras su muerte se casaría con el también actor Jason Robards.
Dicen que su imagen de actriz evocaba un combinado de Greta Garbo, Marlene Dietrich y Katharine Hepburn, llena de inseguridades, al principio, y frágil. Le costó dar con las claves, eso sí, después se convertiría en una mujer de armas tomar, capaz de decidir cuándo y cómo aceptar un papel, y permitirse el lujo de rechazar gran número de aquellas propuestas que no estaban a la altura del personaje, aquel que nos evoca y seduce con un golpe de mirada, y hasta romper el contrato, pagando dinero de su bolsillo, que la ligaba a la Warner.
En la pantalla era una mujer excitante, de una mirada embriagadora que aprendió a dirigirla con la precisión de un cirujano el bisturí, los ojos se abrían como las alas de un pavo real, justo en ese ejercicio de alquimia mecánica que transcurría al bajar la cabeza y mirar hacia el otro para que sus grandes ojos iluminaran la escena. Delgada, de amplios labios, mirada intrigante y seductora, se convirtió en los años cuarenta en la mujer más excitante que ha transitado por las pantallas cinematográficas, de las más deseadas. Junto a Bogart, de la Mano de Howard Hawks, protagonizó en su debut una cinta, Tener y no tener, 1944, que cristalizaría en uno de esos papeles mitológicos, con diálogos exqusitos, más allá del memorable “no tienes que decir nada y no tienes que hacer nada. ¿Sabes silbar, verdad? Juntas los labios y soplas”. Después vendrían otras películas maravillosas, pero si hizo carrera como actriz fue gracias a su otra profesión como modelo, que supo compatibilizar durante mucho tiempo, en Harper´s Bazaar, junto a Louise Dahl-Wolf y Diana Vreeland, fotógrafa y editora de moda.
A Howard Hawks, quien buscaba partenaire para Bogart, le puso sobre la pista su mujer, que había visto un ejemplar de la revista en la peluquería. En pleno conflicto bélico los de Harper´s habían llevado a la portada, en claro guiño a los compatriotas combatientes una intrigante jovencita de mirada dulce y elegante con el fondo del servicio de la cruz roja. Era ella, la flaca.
*Publicado en La Revista 17/08/2014
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