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Foto: Cole Porter.
Autor: Richard Avedon, 1950.
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Cole Porter, por Richard Avedon, 1950. |
Su vida fue de película y eso que huyó de EEUU para no escandalizar demasiado. París y sus fiestas alocadas de los años 20 parecía el destino perfecto para un músico rico, creativo, y vicioso a rabiar. Allí Cole Porter (1891, Perú - Indiana, 1964, California) podría vivir sin trabas su homosexualidad. En París conoce a quien sería su esposa, Linda Lee Porter, durante 35 años, un matrimonio de conveniencia para ambos, ella que había estado casada con Edward Russell Thomas, un borracho adinerado, utilizó también la pantalla del matrimonio para sus escarceos lésbicos. Puede que su matrimonio fuera pura hipocresía, y lo era, pero al margen de su caudal creativo que le llevó a escribir algunos de lós musicales más memorables “Gay divorce”, “Anything goes”, “Kiss me Kate”, y a llevar una distendida vida de ocioso viejo rico, George Cukor en una misiva cómplice lo corrobora, “espero que tu vida, y tu piscina estén siempre llenas”, algo que no era ningún secreto. A veces puro escándalo, como cuando instalados en Venecia -Palazzo Rezzonico-, los ecos de una de aquellas fiestas, había dispuesto a algunos gondoleros con las vestimentas de su mujer, las autoridades obligaron a la pareja a abandonar la ciudad. Entre ellos también había algo muy profundo y determinante, cuando Linda, que era diez años mayor que Porter, murió, el músico se vio envuelto en una profunda depresión de la que ya no se recuperaría jamás; moriría solo y alcoholizado; en los últimos años le amputarían una pierna, que desde 1937, tras una caída de un caballo, le había dejado muy perjudicado y con tremendos dolores.
El regreso a Nueva York fue muy beneficioso en la carrera del compositor, en 1924 encontraría su primer éxito en Broadway con “Greenwich Village Follies”, al margen de una herencia de su abuelo de varios millones de dólares; el dinero para la pareja nunca fue problema, su mujer había recibido otro millón por el divorcio de su marido.
Los años 30 serían su época dorada, a finales de los 40, cuando todo el mundo lo daba por finiquitado, el espectáculo, “´Kiss me Kate”¨, lo encumbra de nuevo.
Michael Curtiz, obviando su homosexualidad, llevó su vida al cine, en 1948, Irving Winkler, con “De Lovely”, de próximo estreno, también.
*Publicado en La Revista 10/08/2014
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