27 may 2014

Philip Roth lo deja todo #Iconos#Philip Roth

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Imagen: Philip Roth



Uno se lo imagina cuan ilustre jubilado cerrando página. Pero no es uno más, ni su pluma una cualquiera, Philip Roth ha dicho basta, 81 años son suficientes, al menos para la escritura. El de Netwark, uno de los cuatro escritores vivos más importantes -según Harold Bloom-, ya había anunciado en 2010 que “Némesis” sería su última novela, renuncia  ahora también a la vida pública además de la escritura.
Para el autor de “American Pastoral”, de 1997, que le supuso un premio Pulitzer, y quien haría de Netwark un universo propio al igual que García Márquez con Macondo, la escritura toca a su fin. Lo ha dicho en la BBC, en la que se presupone, si damos fe a sus palabras, que tampoco aparecerá nuevamente en público. En 2012, cuando le dieron el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, dijo lo mismo, en la que supuestamente también iba a ser su última entrevista para el New York Times, anunciaba que la escritura era cosa del pasado. “Estuve sentado durante un mes o dos intentando pensar en algo más y pensé que quizá había terminado”, le contaba al rotativo norteamericano. También incidía en el relato, cómo era el estrés que le producía la idea de moldear una nueva historia. No fue una decisión fácil, antes de tomarla había releído sus propios libros y los de sus admirados Conrad, Hemingway y Dostoyevski.
Philip Roth perfila desde entonces su biografía para Blake Baley, elegido por él; también varios documentales versan sobre su persona, alejados eso sí de su vida privada, la que nutrió su obra. Escribir sobre sí mismo fue un ejercicio que aprendió de su mentor, Saul Bellow, lo que le encaminó a no pocas polémicas y escándalos, como el primer relato escrito para New Yorker, que desató las iras de la comunidad judía a la que pertenece. También “El Mal de Portnoy”, de 1969, que al margen de la gesta referencial para la literatura anglosajona, supuso un gran escándalo entre los suyos, al abordar temas de su recientemente fracasado primer matrimonio; entre los damnificados, sus propios progenitores. La relación con su padre no era buena, llenó el libro de detalles soeces y crudos en primera persona. Sin embargo, lo que más preocupó a su madre no era la provocación por el mismo, si no la arrogancia de la propuesta. Era el inicio.
*Publicado en La Revista 25/05/2014

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