5 may 2014

El poeta que hablaba con Dios #Blas de Otero #Iconos

Iconos

Imagen: Blas de Otero (Bilbao, 1916- Madrid, 1979) 

Blas de Otero
 Alzo la mano y tú me la cercenas. /Abro los ojos: me los sajas vivos. /Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas”. Todo poeta es una especie de faro, una luz a la que aferrarse para no perderse en la inmensidad. Blas de Otero nació en Bilbao, en una familia bien que se fue a menos. Desde muy joven se vio obsesionado por la muerte -lo vivió en carne propia, primero su hermano mayor, después su padre-; su naturaleza alegre se dio a la fuga, su estabilidad emocional también. Las crisis nerviosas lo golpearon seriamente, Dios y la religión se volvieron amarre para mantenerse en pie. Su poesía en aquellos primeros años (1933-1944), la del grupo “Alea” se llena de religiosidad y mística; lo mejor estaba por llegar, también lo más duro.
  La vida le dio un trueque, de un volantazo mandaría al traste sus creencias; al igual que otro poeta inquieto de muchos años más tarde, Leopoldo María Panero, su vida se llenaría de crisis que le harían por un tiempo carnaza de psiquiátrico, en Usúrbil. La acción le llenaría sin embargo de reacción poética, la creación artística se volvería la mejor terapia. En aquellos años vería la luz su gran obra existencial, la que da pie a estas líneas, “Angel fieramente humano” (1950), la verdaderamente válida. El poeta se atrevía a interrogar a Dios, a tratarlo de tú a tú, a la procura de un diálogo desquiciado. Su poesía se vuelve efectista, visual, elaborando imágenes que sólo a través de la vista se debieran vislumbrar. “Mi reino no es de este mundo”, en referencia al dolor de la humanidad y en clara ruptura con las creencias religiosas que durante mucho tiempo le habían acompañado. Deja de ser hombre para llenarse de los otros, los que sufren y a los que quiere brindar la palabra. Su gran obra quedó escrita muy rápido, sus planteamientos religiosos cargados de angustia vital no fueron bien vistos, se le negó el premio Adonais; su poesía más social, “Pido la paz y la palabra”(1955), “Que trata de España”(1964), fue cercenada por la censura. Practicó una intertextualidad sin complejos, llena de homenajes -Whitman, Quevedo, Góngora, San Juan de la Cruz; o directamente de la Biblia. Al final se vuelve íntimo, nunca fue otra cosa.

*Publicado en La Revista 4/05/2014

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