21 jul 2013

El aplomo del pirata #Iconos #Padilla

Iconos

Foto: Juan José Padilla, 2013.

Autor: EFE


Juan José Padilla / EFE


A Juan josé Padilla, torero de profesión, le queda de apego a la vida un hilo cuasi imperceptible y de poca firmeza. Uno que por los toros y los toreros siente una distancia de aprecio, hace muchos años que no pasa por alto la figura de este jerezano de aplomo, mucho antes de aquel maléfico 7 de octubre del 2011, en el que en una feria del Pilar un toro de "verdad" lo puso para siempre entre el umbral de la vida y en el pedestal de la épica.
  Al antaño Ciclón de Jerez, como le conocían en las plazas, se le sobrepuso uno nombre más propio de la imagen del desgarro manifiesto. A partir de entonces un Pirata de semblante, el Torero Pirata, o el Pirata Padilla darían apodo al torero de Jerez. Aquel toro le fulminó la visión de por vida al disponer el cuarto par de banderillas; fueron tan graves las heridas que el propio médico de la plaza lo dispuso en la mejor de las direcciones, en el hospital más próximo. No era la primera vez, ni será la última, en plenos Sanfermines del 2001 ya había sido víctima de otro encontronazo con una de las reses que estaba en lidia. Pocos hubieran pensado en que el torero saliera indemne de aquel accidente, ni siquiera de que librara el pellejo, mucho menos de que un día, más después de verle las secuelas, se atreviera de nuevo a torear; él que lo había hecho en muchas plazas de mala muerte no estaba dispuesto a bajarse del pedestal a la primera cornada.
  Los toreros de verdad sienten la muerte como parte de la indumentaria de trabajo, como ese filo exagerado de un oficio que respira de antiguo. Son los últimos héroes de la crueldad de un castigo infligido a las bestias a fuerza de arte y templanza, la tauromaquia lo requiere. No creo que sea moderno salir a hombros de una plaza de toros, ni enfrentarse a un animal de instinto a golpe de muletas al que se le desollara lo más brillantemente posible con público de testigo. No es moderno, es más bien rancio y antiguo, guiarse por el instinto y el arte para suplir diferencias de poderío entre el hombre y el animal, pero viendo a toreros como José Tomás, o al Pirata Padilla, uno siente que el arrojo y el desprecio a la vida avanza paralelo y amenaza, pero no tiene pequeño enemigo.
  Viendo las últimas imágenes del diestro jerezano saliendo a hombros de la Monumental de Pamplona rodeado de banderas piratas, uno, en los ojos de incrédulo no-taurino, siente que algo se le escapa.

*Publicado en La Revista 21/07/2013

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