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Imagen: Carlos Valderrama y Michel, 1991
A quién no le han recriminado alguna vez por toquetearse sus partes. Hubo una época en la que al toqueteo abusivo de la entrepierna se le asignaba un castigo terrenal, “que te vas a quedar ciego”, se escuchaba en algún seminario. 8 de septiembre del 91, la liga de fútbol en las primeras curvas. Santiago Bernabeu, se enfrentaban Madrid y Valladolid, el resultado, 1-0, pero eso fue lo de menos. Nadie recuerda el resultado, ni siquiera los protagonistas. Aquel año la liga se la llevaría el Barça de Johan Cruyff, que se instalaba en un período de gloria. Nadie recuerda al presidente local, el ilustre Ramón Mendoza; ni siquiera que el Valladolid bajaría a los infiernos, todo el mundo recuerda una andanza bastante menos gloriosa.
Saque de esquina y Michel aburrido en el área, como el aburrimiento es un mal de lo más tonto se decantó por espantar moscas. El diablo mata moscas con el rabo. Al pie de la letra, aunque fuera en rabo ajeno. Emparejado a otro ilustre, el colombiano Carlos Valderrama (el Valladolid estaba lleno de ellos, Valderrama, René Higuita, Leonel Álvarez; de entrenador Pacho Maturana), que si visto desde atrás, con su melena rubia de rizo intenso, confunde, de frente con su bigotillo bien perfilado, no admitía duda alguna. “Michel en la zona de candela del pibe”, tituló el colombiano Tiempo, el pibe, Valderrama, la zona de candela, con poco esfuerzo se traduce. Michel se aburría como niño en misa y decide dar la nota. Una nota que sobrepasó el minuto de gloría que proclamaba Warhol, fue el instante eterno de cachondeo. No hay más que ver la cara de asombro del colombiano ante el gesto de traición del subconsciente del madrileño palpando las partes del contrario, y cómo éste se brinda a que siga el ejercicio sin preámbulos ni disimulos. La traición, “la broma que no se entendió”, según Michel, trastocó hasta el hogar conyugal del madrileño. El cachondeo, el gesto grabado para siempre gracias al objetivo atento que, por suerte, se alejó en ese momento de la pelota. El arrepentimiento no cundió efecto, todos los implicados se posicionaron en el juego, con gracia y sorna de muy señor mío. La zona de candela de Valderrama aún hoy sigue vibrando; a Michel no le cayó sanción, sino una multa, por gesto indecoroso de tocar demasiado las pelotas.
*Publicado en La Revista 15/06/2013
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