28 mar 2013

Entre trincheras #Memoria histórica


En Columna
Avatares del destino a uno le hacen poner kilómetros de por medio y sumergirlo en la intrahistoria de otros tiempos. Año 1937, 31 de marzo, la aviación italiana bombardea sin piedad la localidad de Durango, comienza una ofensiva rebelde que rematará a finales de junio con la toma de Bilbao.
La escarpada y montañosa geografía vizcaína y guipuzcoana se encontraba separada por una línea que lejos de ser imaginaria se dispone entre combatientes dispuestos en ella, ambos frentes se reparten sueños, ilusiones y ganas de vivir desde ubicaciones y medios bien distantes. Gipuzkoa en su gran mayoría ya estaba en manos rebeldes, salvo unos resistentes que hacían frente desde Eibar, primera localidad en proclamar la República, y Elgeta; el resto de apoyos republicanos se encontraban encaramados ente los altos de Markina y Aramaiona. La ofensiva rebelde figuraba justo en frente, en las localidades de Bergara, Ondarroa, Arrasate, a la espera de la batalla, contaban con más medios de artillería, infantería y aviación, aunque con muestras de desconexión.
Los montes de Elgeta sobre los que se vislumbra el frente fueron testigo de unas fortalezas constructivas que a modo trincheras de excepción sirvieron de parapetos contra el fuego enemigo. Encaramadas en el discurrir de la montaña, muchas en zigzag para evitar la obviedad en el discurrir de la orografía y dar así protección a la artillería pesada con la que zafarse de la defensa enemiga. La crudeza de la contienda tuvo lugar entre los días 20 y 24 de abril; la desigualdad entre frentes era evidente, la aviación alemana no pudo actuar hasta el tercer día, en el que hizo verdaderos estragos; durante los dos primeros, con numerosas víctimas en ambos lados sí hubo batalla y las trincheras desde las que superviso la escena fueron un arte de lo más útil en lo que a autoprotección y combate se trata. La sensación de transitar ahora sobre ellas, lugares sobre los que se derramó tanta sangre, fusilamientos, canalladas, así como exhumaciones muy a posteriori, provoca una sensación de lo más desconcertante.
Casi en el mismo marco geográfico con muchos años de distancia soy testigo a su vez de otras exhumaciones y una intrahistoria de cutrerío, bastante menos apegada a la épica. Dos operarios del cementerio de la localidad han sido detenidos estos días por vender piezas de oro fruto de exhumaciones. Se tratan de restos de piezas dentales, sortijas, prótesis que tras ser cribadas y proceder a su incineración, aparecieron entre los restos de las osamentas. Son enseres de restos no reclamados por nadie, a quien estos operarios trataban de encontrar acomodo terrenal.
Aun así, el 24 de abril de 1937, las tropas franquistas de Mola entraban en Elgeta, y al pasar miraban hacia aquellas trincheras tan bien trenzadas.


Habitáculo para la ametralladora.         José Paz

*Publicado en el diario La Región 28/03/2013

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