En Columna
Avatares del destino a uno le hacen poner
kilómetros de por medio y sumergirlo en la intrahistoria de otros tiempos. Año
1937, 31 de marzo, la aviación italiana bombardea sin piedad la localidad de
Durango, comienza una ofensiva rebelde que rematará a finales de junio con la
toma de Bilbao.
La escarpada y montañosa geografía
vizcaína y guipuzcoana se encontraba separada por una línea que lejos de ser
imaginaria se dispone entre combatientes dispuestos en ella, ambos frentes se
reparten sueños, ilusiones y ganas de vivir desde ubicaciones y medios bien distantes.
Gipuzkoa en su gran mayoría ya estaba en manos rebeldes, salvo unos resistentes
que hacían frente desde Eibar, primera localidad en proclamar la República, y Elgeta;
el resto de apoyos republicanos se encontraban encaramados ente los altos de Markina
y Aramaiona. La ofensiva rebelde figuraba justo en frente, en las localidades
de Bergara, Ondarroa, Arrasate, a la espera de la batalla, contaban con más medios
de artillería, infantería y aviación, aunque con muestras de desconexión.
Los montes de Elgeta sobre los que se
vislumbra el frente fueron testigo de unas fortalezas constructivas que a modo
trincheras de excepción sirvieron de parapetos contra el fuego enemigo. Encaramadas
en el discurrir de la montaña, muchas en zigzag para evitar la obviedad en el
discurrir de la orografía y dar así protección a la artillería pesada con la
que zafarse de la defensa enemiga. La crudeza de la contienda tuvo lugar entre
los días 20 y 24 de abril; la desigualdad entre frentes era evidente, la
aviación alemana no pudo actuar hasta el tercer día, en el que hizo verdaderos
estragos; durante los dos primeros, con numerosas víctimas en ambos lados sí hubo
batalla y las trincheras desde las que superviso la escena fueron un arte de lo
más útil en lo que a autoprotección y combate se trata. La sensación de
transitar ahora sobre ellas, lugares sobre los que se derramó tanta sangre,
fusilamientos, canalladas, así como exhumaciones muy a posteriori, provoca una
sensación de lo más desconcertante.
Casi en el mismo marco geográfico con
muchos años de distancia soy testigo a su vez de otras exhumaciones y una
intrahistoria de cutrerío, bastante menos apegada a la épica. Dos operarios del
cementerio de la localidad han sido detenidos estos días por vender piezas de
oro fruto de exhumaciones. Se tratan de restos de piezas dentales, sortijas, prótesis
que tras ser cribadas y proceder a su incineración, aparecieron entre los
restos de las osamentas. Son enseres de restos no reclamados por nadie, a quien
estos operarios trataban de encontrar acomodo terrenal.
Aun así, el 24 de abril de 1937, las
tropas franquistas de Mola entraban en Elgeta, y al pasar miraban hacia
aquellas trincheras tan bien trenzadas.
Habitáculo para la ametralladora. José Paz |
*Publicado en el diario La Región 28/03/2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario