José Paz |
Hacer una peineta es como lanzar un exabrupto de intención, como escupir a la cara del destino y sentir alivio, o eso me imagino. Servidor no le ha hecho la puñeta a nadie ni siquiera de broma.
La historia del deporte –básicamente el fútbol- está llena de malos gestos, obscenos y hasta fascistoides, imagino que fruto de una euforia desmedida. Uno recuerda a Ronaldo destinando en San Mamés una puñeta de diseño al bueno de Javi Martínez, ya me dirán qué necesidad tendrá el chico “bien pagao” de andar lanzando puñetas sin clase. Con clase las lanzó Capelo, también desde el Madrid, con arte y chulería más allá de la que gastaba el italiano, y lo hizo con una escuela que ya le gustaría a muchos.
Aznar nos demostró allá por 2010 en la Universidad de Oviedo que al margen de no saber estarse callado lanza unas puñetas al aire que ni Dios, a la par que planta un gesto risueño como sólo él sabe hacerlo, ojo, pero sólo cuando se le insulta. A Trillo lo descubrimos también con una puñeta cómica, el autor del “manda huevos” más sonoro no podía ser menos, y lo ejecutó con casta y gracia mientras la otra mano la apoyaba en la espalda de un Franscisco Camps camino de un mitin y principal destinatario del sonado griterío. Hasta al Rey don Juan Carlos se le escapó una suerte de gesto extraño hacia unos exaltados que lo vitoreaban a la inversa en un viaje a Álava del 2004 que parecía que sí pero no, porque hasta en eso hay que tener cuerpo y gracia que lo resista; desde la Casa Real fue desmentido más tarde como tal, faltaría más. De Andrea Fabra se difundió por los interesados mentideros de las redes una peineta pija y grosera impropia de colegio de pago que no se correspondía ni estaba a la altura del famoso ¡que se jodan! pronunciado desde las bancadas del Congreso mientras nos jodían a todos. De Bárcenas, qué decir, que su peineta estaba a la par del sobrenombre del personaje, de verdadero cabrón consentido.
*Publicado en La Región 21/02/2013
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