Imagen: Rita Hayworth
Autor: Bob Landry, 1941
Revista: Life
Rita Hayworth, por Bob Landry |
A las 8.15 de aquel soleado 6 de agosto de 1945 el Enola Gay, uno de los mortíferos B-29 norteamericanos escupió a 9.632 metros de altitud todo el maleficio posible sobre Hiroshima, murieron 140.000 personas. En un ataque posterior, sobre Nagasaki, el poderío militar atómico norteamericano fulminó a 70.000 personas; seis días después Japón se rindió. Impresa sobre una de aquellas bombas de destrucción que puso fin a la Segunda Guerra Mundial se dice que iba la imagen de Margarita Cansino (NuevaYork, 1918-1987), hija de bailarines, uno sevillano y la otra irlandesa, disciplina que ella también ejerció hasta que el cine de Hollywood le abrió sus puertas, primero con papeles ligados a su trabajo como bailarina y después de la mano de Edward Judson, su primer marido, apuntalada ya al estrellato con contrato en la Columbia Pictures. Para el mundo artístico esta pelirroja de ensueño se llamaba Rita Hayworth.
Los soldados en el frente -también los otros- se aferraban a los afiches cinematográficos como a la vida, capaces de compartir con esos retazos de ilusión los momentos de soledad y la distancia. Entre los que más entusiasmo desataron durante la Gran Guerra figuraba uno realizado en el verano de 1941 por el fotógrafo de Life Bob Landry(1913-1960), una sensual Rita Hayworth arrodillada sobre un lecho y elegantemente ataviada con un salto de cama de satén y lazos figuraba sonriendo a la cámara en una pose de lo más sexy; lo más probable es que contuviera la respiración antes de la toma. La imagen más conocida, en la que el flash del fotógrafo no se activó por error, no tuvo cabida en la portada de la revista Life por pensar que era un punto subida de tono para la época. Pero el afiche no pasó desapercibido a los ojos de los marines norteamericanos, a finales de la guerra se habían vendido más de cinco millones de copias. En 1946 los norteamericanos continuaban con los ensayos nucleares, ahora sobre los atolones de Bikini en las Islas Marshall, sobre una de aquellas poderosas moles de destrucción arrojadas al abismo figuraba también la imagen de una mujer fatal embutida en un estrecho vestido de satén, Gilda, la sensual protagonista de ficción con la que se acostaron los hombres de medio mundo y censuraban otros tantos por sobrecalentar el planeta…
*Publicado en La Revista 6/01/2013
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