Foto: Francisco Franco, 1975
Revista: Hola
Franco, 1975 |
Aquella noche algo extraño acontecía, la programación habitual de la TVE había cambiado de formato, en su lugar una película como la belicosa “Objetivo Birmania” de Raoul Walsh se apuntaba a lo épico del momento histórico. En las casas el ambiente reflejaba las dos Españas y la incertidumbre del futuro. 04h.58, tres veces repetía la agencia Europa Press Franco ha muerto, a modo de suspiro o súplica por la incerteza de una scoop soñada; 06h, RNE recogía la buena nueva, después de 56 partes médicos, 115 comunicados, había uno definitivo, el enfermo con encefalograma plano y respiración asistida se había muerto en la cama de un hospital.
Españoles, ¡Franco ha muerto! Difícil imaginar cuántas veces habremos visto, soñado o leído el mensaje de Carlos Arias Navarro, presidente del Gobierno aquel 20-N. A cámara lenta y tras treinta y dos días postrado en la cama de la Residencia Sanitaria La Paz, Francisco Franco, el mismo que había llevado a los españoles por los laberintos de una historia enfrentada a sí misma y fratricida en todo, había muerto al fin. Arias Navarro no engañaba, su sentir en caliente venía cargado de intención e ideología a favor de un régimen duro e intransigente. La voz entrecortada, las lágrimas en los ojos, el ambiente fúnebre de fondo y forma, de lo más verosímil. Pero aquel discurso en blanco y negro albergaba una sorpresa, la de unos folios legado del dictador disculpándose ante sus enemigos por haberlo sido, sin que él fuera consciente, rogaba a Dios para que, como católico, lo “acogiera en su presencia”, y disponía su obra en manos del Rey Juan Carlos; al margen de pedir colaboración hacia su persona, también imploraba a la “unidad para una España de rica multiplicidad de regiones”; un rotundo Viva España, Arriba España, y un onomatopéyico sollozo interior remataban la histórica intervención.
La revista Hola rompía su esquema para ejecutar un especial sobre el Caudillo entre las páginas dedicadas al vivir pletórico. ABC firmaría un titular definitorio, “Vivo en la Historia”, historia con mayúsculas. Las filas para visitar la capilla ardiente instalada en el Palacio de Oriente eran infinitas, en contraste con los líderes internacionales que acudieron a los actos fúnebres, sólo tres, el rey Hussein de Jordania, el príncipe Rainiero de Mónaco y Pinochet.
*Publicado en La Revista 25/01/2013
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