En columna
José Paz |
A Bárcenas se le vio esta semana armado hasta los dientes, cinturón con explosivos incluido, paseando por la Castellana de la mano nada femenina de su abogado y portavoz tras la primera detonación. Esperanza Aguirre tan retirada ella que a la primera de cambio salta a la arena con más bríos que Gangnam Style, fiel a su estilo de bomba de racimo reclama un fiscal anticorrupción para su partido. Es la guerra pero a nadie le consta, mejor afear la cosa hasta que el olor de tanta podredumbre remate por vomitarlo todo a lo Armstrong, en confesionario televisivo y lágrimas de artificio. Bárcenas don Luis abría la caja y lanzaba sobres cerrados en plan serie B cinematográfica sobre las testas de sus señorías en la ejecutiva del partido pero no, a nadie le consta y eso que dos décadas, veinte años, es un tiempo razonable. Pero a Rajoy, que fue secretario y presidente de la cosa no le temblará el pulso, ni las piernas, y eso es alivio. El dopaje dicen ayuda a sobrellevar el esfuerzo, las visitas nocturnas a las habitaciones del pelotón han desvelado en estos años demasiados vampiros de la verdad y la decencia. Bárcenas, que hasta ayer tenía secretaria y despacho lleno de papeles en Génova tiene muchas claves y más papeles para detonar a destiempo. Mientras doña Esperanza se muere de risa, será porque a don Luis le gustaba demasiado la montaña suiza.
*Publicado en La Región 21/01/2013
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