9 dic 2012

“Tócala Sam, déjame recordar” #Iconos #Casablanca


Iconos
Casablanca

Foto: Casablanca, 1942
Imagen: Michael Curtiz, Ingrid Bergman, Humphrey Bogart


Casablanca, 1942

“De todos los cafés y locales del mundo, ella aparece en el mío”,  suena a lamento eterno - lo era-,  el imperecedero sabor de la desesperanza, manifiesto de un destino imposible, entre otras cosas porque el Café de Rick, ni fue lugar ni Casablanca el destino donde lo sitúan los ilusos; tampoco la cita que todos atribuyen a Sam fue pronunciada, y eso que ésta es fácil de comprobar.  Bogart había sido siempre un tipo duro pero esa noche en el café de ficción mordería como todo hijo de cristiano el polvo del desamor.  De la misma manera que Michael Curtiz-que tampoco iba para director- a través de unos intrigantes golpes de flash back, nos regalaría una historia de amor entre plataformas, las mismas con las que Bogart desafiaba a la gravedad para que le igualaran a su suspirada Ilsa. La película que apuntaba a panfleto aliado con estrellas de protagonistas, y al principio ni eso,  setenta años después respira todo el aire de las obras míticas. Es probable que entre los culpables se encuentre ese guión tuneado hasta el amanecer –el original, una obra de teatro que nunca se representó-y un final que todos desconocían, también el director, el propio Hal Wallis, el productor, se reservaría para el final ese toque de gracia desequilibrante entre los múltiples posibles.
Casablanca es un thriller con sabor negro-de cine- que en el fondo envuelve una historia de amor en un marco de guerra real; los Estados unidos ya estaban inmersos en aquella maldita guerra, y en la cinta se decanta por una de las partes. Casablanca nunca dejó de ser un sueño, de ficción, la película fue rodada en Hollywood  y el Café de Rick siempre fue de cartón piedra; sueño también en lo simbólico, la de una parte del territorio francés no ocupado, el  del norte de África, que se estaba preparando para la batalla.
 La relación de Rick e Ilsa resuena trágica, imposible, y no sólo por la marejada de fondo, “el mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos”, pero tampoco hasta el final se presupone  algo que dé pie a una historia de pasión.  La siempre desequilibrante  mirada de Bogart  contrasta con la confusa de Bergman, a la que no le dejaban  entrever por quién decidirse –Lazlo o Rick-  y así no hay quien pueda vivir. “Una vez huí de tu lado, no quiero hacerlo otra vez”.  Incluso rematada la película trataron de canibalizarle nuevamente su  pensamiento, le salvó  su manager. El guión está construido a prueba de resistencia, un ejercicio de inteligencia y bien rico en matices, con sentencias que resuenan sin parar y que quedan para la historia más allá de la ficción.  “Se está convirtiendo en su mejor cliente”, le espetan a Rick en uno de los preludios del naufragio.  Puro nacionalismo a merced de la niebla. 

Humphrey Bogart e Ingrid Bergman

*Publicado en La Revista 9/11/2012

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