Le he dado infinidad de vueltas “a la cosa” y sigo sin
tenerlo claro, o sí, pero desconozco la manera de trasmitirlo -entre café y
tostada- con la precisión necesaria sin sonrojarme. La historia está llena de
censores capaces de purgar los sueños, el sexo ajeno y lo que fuere con tal de
prevalecer su causa particular. No hace demasiado que estos se encargaban de velar por la moral y escrutaban
cualquier atisbo de obscenidad hasta en libros que transitaban por la
literatura pura, autores como William Faulkner, James Joyce entre otros muchos
fueron perseguidos en los Estados Unidos por la Sociedad para la Supresión del
Vicio y muchos editores valientes dieron con los huesos en la cárcel, lo relata
con suma maestría Gay Talese en “La mujer de tu prójimo”; en España la censura
literaria y de la otra ha sido una constante hasta ayer.
La vida se ha vuelto pornográfica
–nunca de la noche a la mañana- con todo a la vista por culpa de un sistema desinhibido
ávido de insinuarse sin recato para ganar adeptos sin suceder absolutamente nada;
la avaricia es lo que tiene. La doble moral censora que ha guiado el comportamiento
humano a lo largo de los tiempos nunca interviene en asuntos de los que es
partícipe. Hace unos días en el discurso navideño del Rey aseveró con firmeza
que no todo es economía, por supuesto que no, ¿hay algo más dañino que una realidad
en cueros, en la que dejamos los sueños a la intemperie?
Me quedo con una máxima de altura para un año que se
presenta obsceno, “dadme un punto de apoyo y moveré la tierra”, de Arquímedes.
Que cada uno valore.
José Paz |
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