En Columna
José Paz |
Este país
necesita que le canten las uvas catódicas como si el simple cambio de almanaque
no bastara. El debate familiar de con quién sobrepasar el feliz momento se ha
convertido en mucho más que eso, el instante en que todos los canales insisten
en lo mismo, en colocar una pareja mediática de pega mirando de reojo a la
Puerta del Sol; mientras ataviados de etiqueta resuelven dilemas de altura.
Argumentar un no consumo televisivo no es válido cuando la familia se impone y
de qué manera, así que a mirar el tupé de gloria de Imanol Arias, sus chorradas
de altura en compañía de la eterna Nancy rubia de Anne Igartiburu; los corrosivos
de “La que se avecina”, o el ilustrado plomo de Sobera con la luminosa Paula
Vázquez. Da igual que da lo mismo, lo mires como lo mires el esquema es de nivel,
antesala de la dosis de remakes terroríficos, eternas retahílas sonoras en
playbacks sacados del salón de los muertos vivientes, entre zapping que viene y
zapping que no tocas, el mando navega siempre entre el sector más juvenil, uno
tiene la sensación de perderse en la náusea o sentir el flagelo infinito de un
Sergio Dalma eterno recuperado como icono patrio. No es de extrañar que en
medio de flujos y el sopor remate uno por cabecear a la primera de cambio. Nada
que ver con la Junquera y su archifamoso prostíbulo Paradise, que si no
responde con certeza a su denominación, lo parece. Resulta que cerca de un
millar de personas desapegados de la estela catódica y de cualquier vínculo
familiar andaban en disposición de aferrarse
al frontispicio del nuevo año en compañía del pecado y la lujuria, o eso
uno se imagina, hasta que una amenaza de bomba los instala en la calle con las
uvas de la ira en la mano. No es el primer incidente en el local, en la
antesala de la nochebuena fueron desactivados varios explosivos de un vehículo
del parking, semanas antes recibieron el impacto de varios artefactos militares
lanzados por varios individuos que circulaban en moto. La Junquera es una
localidad fronteriza de no más de 3000 habitantes entre Francia y Gerona por lo
que uno imagina que son clientes de paso y no vecinos de la localidad del Alto
Ampurdán, individuos solitarios de uno y otro lado dispuestos a redimir las
penas en alcohol y compañía a pesar de los riesgos.
*Publicado en La Región 3/01/2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario