9 sept 2012

Pasión y fuego, Carmen Amaya #Iconos


ICONOS

Foto: Carmen Amaya, 1940
Autor: Gjon Mili
Revista: Life
Carmen Amaya, de Gjon Mili

http://www.youtube.com/watch?v=39IxR0TatzQ
"yo conocí a una artista que para mí ha sido la más grande que ha dado el baile, era gitana de bandera, un embrujo, una sustancia, un sabor, de la nobleza de esos gitanos que no necesitan más que el agua que va corriendo por el río y las estrellas del cielo: Carmen Amaya", Antonio Mairena. Pocas descripciones emocionadas afirman tanto cono las del cantaor sevillano que trabajó con ella y al que seguramente la guerra privó de mucho más.
Carmen Amaya dejó de vivir en 1963 víctima de una insuficiencia renal que la diezmó hasta la muerte, pero que no le impidió trabajar con sumo coraje hasta el último suspiro en pro de su arte, en "Los Tarantos" de Rovira Beleta, película que no pudo ver rematada, da muestras de ello. Aprendió a bailar al ritmo de las olas, las olas del Somorrostro barcelonés de un lejano 1913 en medio de una prole de gitanos y rodeada de chabolas, a quien una riada impidió nacer en la suya para hacerlo en la de los abuelos. Con cuatro años ya recorría los tablaos de Barcelona y era el sustento de su familia, que más allá de la gracia gitana percibía en ella un talento innato. Carmen era un regalo de la naturaleza, hecha para un baile que recreaba a su manera, metódica, exacta, con fiereza y asombrosas dislocaciones de caderas en las que nunca perdía el equilibrio ni el cuerpo, su arte era infinito, igual que su elegancia y su pasión. Cuesta imaginar una biografía tan intensa como la de esta mujer única, nacida a la intemperie, a quien la calle enseñó todo, la vida, el contacto con los grandes cantantes y bailaores de la época, incluido el gran guitarrista Sabicas, su gran amor, aunque se casara en 1951 con otro guitarrista como Antonio Agüero. Sabicas les presentó a mucha gente en aquel Madrid de 1923, y las giras por toda la geografía fueron la constante, París incluido. El éxito y la fama se hace mayúsculo. La guerra les pilla a ella y a su compañía, siempre familiar, en Valladolid; huyen a Portugal donde son retenidos entre otras cosas porque el lujoso coche en el que viajaban desató sospechas. Aclarado el asunto marchan a América, primero Argentina, donde es sonado el furor que causa su actuación en el teatro Maravillas, intervención de policía y bomberos incluida para imponer orden en las taquillas; está un año en cartel. En el año 41, llega a Nueva York, y comienza la leyenda. Actuaciones en el Carnegie Hall, Astoria, teatros abarrotados, portada de la revista Life. Grande, muy grande, La Capitana.

*Publicado en La Revista 9/09/2012

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