14 jul 2012

Simpatía por el diablo #Iconos


Iconos
Imagen: Rolling Stones, 1963
Foto: Philip Townsend

The Rolling Stones, 1963. Foto: Philip Townsend
  En los ochenta la crítica más granada del país ya veía el declinar de los Stones, la banda adicta a la negritud que supo serpentear en su día el éxito de los Beatles sin fenecer en el intento. Los Rolling Stones ya no eran un grupo más de la escena británica, nada que ver con aquellos que al inicio versionaban canciones ajenas; aquellos músicos aferrados al blues, como un náufrago lo haría a un bote salvavidas, tenían ya un sonido propio. La crítica no se equivocaba, o sí, me explico, la contundencia de discos como “Beggars banquet”, 1968; “Let it bleed”, 1969; “Sticky fingers”, 1971; “Exile on Main st.”, 1972, no se volvería a repetir, pero los  de Mick Jagger, los mismos que se ganaron a un incondicional y eterno público juvenil, supieron idear un engranaje perfecto para consolidar un espectáculo inspirado en ellos mismos, en el espíritu de “The satanic majesties request”, 1967, nada de complejos por competir con los de Liverpool.  
La estabilidad de la formación, el tándem Jagger - Richards, junto con Wood, Wyman (hasta que dijo basta) y Watts, a pesar de las discrepancias, diferencias, y demás, han sido las claves para mantener la marca en el tiempo. Como una multinacional más instalada en la emotividad y la nostalgia, muchos imitaron la fórmula, pero a ellos les ha funcionado esa eterna juventud hasta una edad en la que muchos crían malvas. Tan sólo hay que revisar la discografía de estos chicos para desvelar el enigma de su misterio mercantil, una apisonadora sonando a música celestial, musicalmente densa y carente de estribillos manejables, y mucha pulsión sexual encendida. La amistad de Jagger y Richards ha durado mucho más que sus innumerables matrimonios, pero duró lo que duró y después vino la soportable convivencia, al menos hasta que Richards en el 2010 decidió lavar los trapos sucios fuera de casa.  Los Rolling eran un grupo acabado en los ochenta, incluso antes, en 1976 tras el concierto promovido por Gay Mercader en la Monumental de Barcelona, la crítica del momento ya calificó a Jagger como “un viejo” y al espectáculo como “mero entretenimiento” y seguro que tenían razón, pero lo que no tenían ni idea era de lo que en realidad son The Rolling Stones, una maquinaria perfecta de sonidos clásicos, soul y rhythm and blues, guitarras afiladas, y un I Can´t get no, 1965, sonando a toda pastilla y moviendo el culo.

*Publicado en La Revista 15/07/2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Envolturas de silencio

E l invierno envuelve cada rama entrelazadas entre sí por el frío y la niebla que lo atrapa todo en un escenario de aventura. Todo es ...