José Paz |
El más envalentonado de todos ellos se dispuso ante el ordenador que habían encontrado en el interior del campamento. Encendió el aparato como miles de veces se lo había visto hacer al antiguo dueño, ejecutó la operación con parsimonia, temeroso de que sus gruesos dedos dieran al traste con la acción, tecleó las palabras mágicas, www y automáticamente se abrió un dispositivo de ventanas con nombres ya fijados, Google, Youtube, Facebook. No quería reconocer su error, y menos que el resto de la manada percibieran en él la más mínima duda. Si los humanos lo hacen, yo no seré menos, pensó en ese momento para sí. Sin más contemplaciones, posicionó el cursor en una de ellas y cerró los ojos. Nunca los volvería a abrir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario