Esta mañana estrenamos un nuevo tren. Mejor dicho tren y línea, y de alta
velocidad, trayecto Ourense-Santiago- A Coruña, y vuelta, sin novedad. La sorpresa,
al menos para mi, fue que cinco minutos después de sentarnos una voz enlatada anunciaba por
megafonía, “Próxima parada estación de Santiago de Compostela, rediosss que diría
el Carrabouxo, ni que fuera el tren bala; no era cierto, en el mejor de los
casos estaríamos por Irixo. Lo mejor del viaje es que ha sido real y no un
sueño, ¿o sí? . Lo siento, no he sido muy consciente de ello, probablemente por los nervios. Cuesta
proyectarse uno en una sensación semejante, en la posibilidad de estar en Santiago
en 38 minutos, cuando no hace nada nos separaba un mundo. Por un instante se me
pasó por la cabeza los miles de universitarios que pondrán desayunar en su casa
y acercarse a la facultad mientras le dan un vistacito a sus apuntes. Pienso en
esos miles de funcionarios que tendrán más cerca su trabajo del terruño, e
incluso en esos sufridos parlamentarios que a partir de ahora tendrán trabajo casi a mano. Y por qué no decirlo, en las múltiples oportunidades que a
ciudades como Ourense se le presentan, tan sólo debemos que trabajarlas.
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