El último tren es el que todavía no has tomado.
Desconoces todo de él, el destino, la compañía, pero sobre
todo el día y la hora.
Desde la ventana veo el tren, así en genérico. Los que
transportan mercancías tienen un sonido distinto, como si tras la sonoridad del
traqueteo metálico hubiera un traslado rutinario. Al caer la tarde, con las
luces de los vagones encendidas, detrás de cada silueta, percibo el calor de
una historia con figura humana. Su sonoridad semeja amortiguada por cada relato
que trasladan.
Los trenes son lo más parecido a un reloj: cuando no
hay retraso, reconoces traqueteo la hora exacta nada más intuirlos de lejos.
Las 13: 09. Como un clavo -pienso- y eso que la línea sigue en obras. Mientras lo veo
pasar, imagino el viaje, los sueños, el tiempo; como la propia vida. Y en ese tren por coger. Pues eso.
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