9 feb 2014

Amores solitarios #Iconos#Nickolas Muray

Iconos
Autor: Nickolas Muray, 1950.
Imagen: "Woman in a cell".

Nickolas Muray


No hay porqué desconfiar de quien juega al solitario, seguro que se está engañando. La vida como los naipes no está planteada para vivirla en soledad, salvo que sea por decisión propia, y que en el fondo conlleva también una buena parte de autoengaño, o no.
  El engaño, bien llevado no deja de ser un arte, los hay que viven eternamente del cuento. Otra cosa es engañar a mala fe, a sabiendas de que lo que se está haciendo es cosa fea, con lo que se perjudica a alguien; vivimos rodeados de numerosos engaños y poca belleza, no hablo de ese engaño.
La belleza en sí misma es un engaño, por lo que ésta en realidad tiene de esquiva. Aunque perseguir la belleza de forma permanente debiera ser un ejercicio de aprendizaje desde la infancia, que tampoco dejaría de ser un fraude. La fealdad, por ejemplo, es el complemento ideal de las cosas hermosas, dónde si no quedaría la referencia. La belleza, al margen de subjetiva, es también volátil. Los cánones de belleza mutan a largo de la historia como un enigma sin resolver sobre el que siempre se le están modificando argumentos. Pitágoras intentó asimilar la belleza a una armonía matemática, poco o nada tiene que ver con una realidad donde la simetría es una quimera. Platón y Sócrates instalaron su ideal en la proximidad a la idea del bien, como si en realidad todas las cosas bellas fueran buenas, craso error. El fuego, un tornado, pueden generar mucha belleza, y mucho mal. Kant y Hume, decretaron un visión sobre la belleza como argumento personal e intrasferible, no son los objetos, las personas quien la poseen, sino que es el individuo quien logra detectarla. Tan sólo un argumento más, ¿se puede fabricar la belleza? Por supuesto, la fotografía es una constante construcción de belleza.
  Hay imágenes que a uno le cautivan desde siempre, a sabiendas de que muchos de los argumentos que entran en juego pudieran resultar contradictorios. "Woman in a cell", de Nickolas Muray (1892-1965), fotógrafo húngaro que probó suerte y triunfó en los Estados Unidos a principios de siglo, es una de ellas. Suma belleza trenzada alrededor de una mujer hermosa recomponiendo para sí un solitario de naipes sobre la cama de una celda. No hay más datos, la belleza y el bien, no siempre es coincidente.

*Publicado en La Revista 9/02/2014

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