7 ene 2014

Los cuatrocientos años del místico #El Greco#Iconos

Iconos

Imagen: “El martirio de San Mauricio y la legión Tebana”, de 1580-1582.

El Greco


Sobre la obra de Doménikos Theotokópoulus (Candía, Creta, 1541-Toledo, 1614) se ha teorizado tanto que tras de sí deja una estela de misterio más afilada que la de sus particulares figuras. El Greco fue un pintor extranjero que aspiraba a ser pintor de corte de Felipe II y se quedó en aspirante, por su adscripción manierista que le llevó al monarca a desdecirse ante una obra clave como “El martirio de San Mauricio y la Legión Tebana”. La subjetivada visión de San Mauricio, estandarte cristiano contra la herejía romana disgustó al monarca, quien había visto en él al artista capaz de suplir al fallecido Navarrete el Mudo en la labor de decorar El Escorial.
  De formación pictórica exquisita, mezcolanza entre la tradición bizantina natal y la posterior aventura veneciana. El Color veneciano, la estadía más que probable en el taller de Tiziano, dejarían una huella imborrable, como más tarde la influencia del diseño y la composición romana, donde al margen de intensificar su formación humanística de la mano del Cardenal Alejandro Farnesio, se empaparía en artistas de la talla de Miguel Ángel.
  En la marcha a España de 1577 tuvo mucho que ver -sin duda-la construcción de El Escorial y el deseo por trabajar en la corte y triunfar en Madrid, pero se tendría que conformar con hacerlo en Toledo, donde viviría hasta su muerte y donde dejaría descendientes. El rechazo regio -dos de las obras encargadas no fueron del agrado de Felipe II, lo veían excesivamnte mamierista, muy alejado de lo que se entendía por imagen de culto- lo alejaron de la corte y lo destinaron a destilar su particular visión deformada de la realidad, en potentes escorzos, colores vibrantes y una dualidad muy presente entre cielo y tierra en la sociedad toledana de la época, la misma que este año conmemora en plenitud el cuatrocientos aniversario de su muerte. La modernidad, con impresionistas y expresionistas, templaron lanzas en favor de su obra e influencias, la propia contemporaneidad ensalzó su visión de juego, su alegoría cargada de subjetivismo. Eso sí, nadie pudo evitar el cabreo de Felipe II arrinconando su obra y encargando otro San Mauricio, preciso y claro, a Rómulo Cincinato, de quien hoy nadie se acuerda.

*Publicado en La Revista 7/01/2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Envolturas de silencio

E l invierno envuelve cada rama entrelazadas entre sí por el frío y la niebla que lo atrapa todo en un escenario de aventura. Todo es ...