6 ene 2014

La duodécima noche

De Relato
José Paz

 La luz oscura y la vida muerta; el oxímoron de la vida es un pensamiento alejado . La noche mágica más misteriosa si cabe, uno la mira de reojo con recelo por si tanta certeza descreída que todo lo envuelve ha sido quizá sueño de vigilia. Asomando al ventanuco del alba  persigue sentimientos que no regalos, con el existir es suficiente; de madrugada las sombras son intensas. Hay quienes en la Noche de Reyes terminan por ver lo que no deben, imágenes que les perseguirán de por vida. 
  No hay duda, el movimiento continuo, el tintineo de las copas melodioso y dulce es la señal; detrás de estas sombras hay esperanza, igual que detrás de la inocencia de un niños, siempre hay buenos propósitos y mejores intenciones.
 Sopla la noche con un intermitente golpear de lluvia sobre los cristales del recuerdo. Al verse reflejado en ellos, en el claroscuro apagado del espejo,  uno se mira y lo ve todo, desde los deseos incumplidos a los juguetes rotos. Todo se recompone de memoria, como un juego repleto de melancolía y sonoridades extrañas, de otra época, donde a duras penas se acomoda en el papel. Melodías de veinte, treinta años atrás que se resuenan en el interior como los platos fríos que te aguardaban de madrugadas;  y te sobrecogen.
 “Hay que respetar las fantasías de cada uno”, piensa, con una avejentada imagen entre los dedos: el instante eterno de la infancia.


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