Imagen: Johan Cruyff.
Johan Cruyff |
Al ilustre jugador, a la postre uno de los cuatro más valiosos –Maradona, Pelé, Di Estéfano-, uno lo recuerda en cromos. El fútbol monopolizaba ya el entretenimiento y un crack como el holandés, era en sí un trofeo excepcional. En los cromos de los setenta, ornamentados con apellidos patrios, el apellido Cruyff adquiría aires cuasi liberadores, era como si aquellos 60 millones del fichaje y que tantos sudores provocó a la directiva de Agustí Montal, se repartieran entre las estampitas del holandés de gloria.
La noticia del debut se conoció en sábado, con la temporada más que arrancada; 8 deprimentes partidos del Barça quedaron atrás, también los intentos vanos del Real Madrid por hacerse con el astro. El debut ante el Granada, un equipo leñero puso al astro en otro ejercicio más, el de librar por lo alto las piernas contrarias, amenazantes como guadañas. Él marcó dos goles, su equipo ganó (0-4). La liga, después de una eternidad, sería para los blaugranas; lo más sonado el (0-5) del Bernabéu. Los entendidos dicen que Cruyff incorporó otro concepto a la visión del juego; en nuestros ojos era el cromo más preciado, mucho más que un fichaje.
*Publicado en La Revista 3/11/2013
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