6 oct 2013

El guerrero del aerosol #Iconos#Juan Carlos Argüelles

Iconos

Imagen: Juan Carlos Argüelles, El Muelle




Las paredes de la historia están llenas de inscripciones. La intención humana es trascender al pensamiento. De las cavernas al muro de Berlín, de los miliarios a las aras, de las calles de París a Nueva York; el hombre ha tratado siempre de simbolizar en un trazo lo que en el fondo son sus aspiraciones,
  De la sobrevalorada movida madrileña salieron personajes, no sé si mayúsculos, al menos sí singulares, héroes de asfalto que palpitaban al calor de un riff de guitarra o una batería baqueteada sin ton ni son; con ganas de comerse el mundo, aunque fuera a mordiscos. Entre todos, uno menudo, de militancia siniestra y punk, Juan Carlos Argüelles, El Muelle, del barrio de Campamento, que se construyó para sí un logo simple, naif, que a fuerza de repetir su grafiti de firma escrita en paredes y vallas (incluso en el pedestal del Oso y el Madroño, por lo que fue detenido y llevado a juicio, dando lugar a un surrealista encuentro entre él y el fiscal, como rezan las crónicas de la época –Roger Salas en El País, 1987- y  multado con 2500 pesetas) quedará para la retina de la historia.
   Su grafiti alargado letra a letra en un solo trazo y subrayado con un tirabuzón en muelle y punta de flecha se hizo tan reconocible como la Cibeles. Pintó a spray de manera frenética como quien conquista el territorio, evolucionando en colores, sombreados y efectos, pero siempre con su inconfundible estilo. Lo ejecutó durante trece años, de 1980 a 1993, en Madrid y provincias; hasta Xinzo de Limia llegó su Muelle, mote de barrio por sus correrías infantiles, la incursión de un muelle en la amortiguación de la bici.
  La publicidad fagocitó su diseño, la propia Comunidad de Madrid que lo persiguió, también. Él los denunció y registró su logo. Se hizo muy famoso, un adelantado a otros como Bansky, el adalid del street art al calor del mercado del arte; los del Muelle eran otros tiempos. Acudió a una edición de ARCO de la mano de la galería Estiarte. En 1993 dejó de estampar su icono al considerarlo gastado, dos años más tarde, un fulminante cáncer le arrebató su ímpetu.
Hoy su logo de diseño, aquel que imparablemente repitió con nocturnidad y entrega durante años, ya no queda, su grafías se diluyeron ante la acción de la brigada de limpieza y el tiempo.

*Publicado en La Revista 6/10/2013

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