Lucía Sánchez, A Coruña, 35 años, actriz.
José Paz |
Es probable que si todos mirásemos dentro, si hurgáramos un poco más allá de la superficie actual, descubriríamos pliegues sobre nuestra piel en los que casi ni nos reconocemos, imágenes que como si fueran pecios abandonados somos incapaces de aflorar a la superficie. Son como sueños que crecieron junto a nosotros hasta que decidimos ganarle la partida e independizarnos.
A la gente del teatro, comediantes cuya piel se acostumbra a sumar corazas de vida, le gusta sumarse a la reflexión en voz alta. Lo hacen por ellos y por nosotros, desde tiempo inmemorial. Lucía Sánchez es una de ellas, desde que era niña y se aupaba sobre las puntas de los dedos de los pies y giraba como si su cuerpo fuera el mejor de los ejes. Hoy sigue, no como bailarina, aunque en el teatro se aprovecha todo lo que sea digno de incorporar a la representación. Insiste en marcarse un look en el que le cuesta meterse, todo papel exige tiempo; también se enmascara en un segundo, éste más chic que la vuelve mucho más guapa. Con ella toca una sesión especial, porque se lo curra y a uno no le queda más que seguirle el paso. Para que luego se atreva a meterse con las lecciones de los titiriteros.
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