Moncho Borrajo, 63 años, artista
José Paz |
Poco o nada tiene que ver el personaje que te encuentras sobre el escenario, brabucón, hiriente y tocapelotas, con el Moncho Borrajo mañanero de carne y hueso, amable y sincerado, aunque se guíe por un patrón común y responda a los mismos mandamientos. Deambulando por su museo, que es una especie de mausoleo en vida, que promete llenarlo aún más de cosas, se aferra incluso a la nostalgia ante cada uno de esos trajes que le han dado vida y sobre los que depositó su creatividad. Los mira y se refleja, son momentos, momentos de una vida que arranca en una Barcelona rompedora que lo descubrió enfrascado en la apariencia de canción protesta, a ella se aferró como excusa para exorcizar a un público con los demonios dentro. El público no será el mismo, pero él sigue exorcizando guapamente.
Tiene claro que no es Adonis, incluso se reconoce feo, sin dejar de ser presumido a la par que elegante. El fondo de armario –amplio, no nos vamos a engañar- resulta de lo más colorista, y lo muestra –se muestra- como un arma cargada no sé si de futuro, pero sí de espíritu provocador.
*Publicado en La Revista 22/09/2013
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