En columna
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José Paz |
La llamada del sexo nunca
falla, suma más adeptos que la búsqueda de la piedra filosofal. El nudismo sobrevenido
se extiende como la pólvora, aunque con más voluntad que acierto, por aquello
de que en el arte del desvestir importa y mucho la mecánica además de la percha.
Almanaques temporales de compasión cruzan las miradas aviesas faltas de calor conyugal
a la espera de que el tiempo escampe. Dejes de la puñetera crisis o vaya usted
a saber. Madres, azafatas de Ryanair, bomberos, futbolistas –nada que objetar a
los chicos del Verín, macizos y prietos como debe- todos quieren dejar impronta
de la naturaleza y posar en cueros para que la clientela de la causa los
disponga a media altura, entre el fregadero y la cocina. Si no fuera por pudor
y mal ejemplo, servidor tampoco se privaría de colgar vistosas estampitas.
Colgaría por ejemplo aquella de Aznar que hablaba catalán en la intimidad y se
quedaba tan ancho; pero los amoríos en la política y en la vida son de lo más
finitos.
En Cataluña el nudismo
bien llevado ha existido siempre, al menos hasta que Pasqual Maragall en
tiempos de la reforma del Estatut y de la proclamación de Mas como conseller en
cap le levantó las enaguas a la todopoderosa CIU y mentó a la bicha del tres
por ciento y todos se echaron las manos a las partes por si acaso. En campaña,
de los políticos catalanes el único que posó desnudo fue el charnego Albert
Rivera y se ve que lo suyo gasta tirón. Otro tirón, este el de la Diada, iluminó de veras a un
Mas cansado de ser martillo pilón y cabeza de flagelo. Pero lo enseñó todo a la
primera de cambio, al rey se le ha visto el culo, gritaba un niño, al rey le
cuelga todo, gritaba más tarde el nacionalismo a coro. La descuidada pose de
Mas en el arte del streptease entusiasmó sobremanera al resto de candidatos,
incluida Sánchez Camacho, toda una revelación en el arte de cruzar las piernas.
*Publicado en La Región 28/11/2012
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