15 nov 2012

Mar de fondo y marejada

En columna
José Paz
La política y la realidad son líneas paralelas que divergen en los extremos y no por un efecto óptico. A Ana Botella la tragedia del Madrid Arena le pilló en mal momento, sin avisar, y con el pie cambiado mirando a Lisboa, posición bien incómoda. Tampoco sus posteriores declaraciones de eterna colegial ayudaron. Salvando las distancias –diez años- los desvelos en la lejanía de la alcaldesa rememoran viejos ecos del Prestige que también pilló a todo un Gobierno en fin de semana de grandes asuetos.
Me viene a la cabeza el semblante de un alcalde alto e hidalgo que para justificar su suculento sueldo prometía que estaría disponible las 24 horas de los 365 días del año, luego se le vio lo justo aunque sus affaires no dejaran huella menor que la del petrolero. Ana Botella, fruto de la investigación interna, de la imputación judicial o de las plegarias a la Virgen de la Almudena, contempla desde el balcón del consistorio  la marcha de Pedro Calvo, ponferradino y brabucón, responsable de la cosa. Ahora sí que siente agobio y no cuando desesperaba de pensamiento.
El juicio del Prestige nos ayuda a rememorar la efeméride y a evidenciar que la justicia se toma su tiempo. Rajoy es hoy presidente de Gobierno, entre otras cosas por los desvelos vividos, gratitud por la que Aznar le abrió línea sucesoria; el capitán, Mangouras es  un venerable anciano; y de los responsables políticos que andaban desparramados a pie de sierra y montería tan sólo sabemos que se sienta en el banquillo un tal López Sors, quien no pegó ningún tiro ni llenó la hemeroteca de sandeces, aunque decidió que el barco de mierda lo mejor era verlo a lo lejos. Y eso hizo.

*Publicado en La Región 15/11/2012

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