30 sept 2012

Balenciaga, de alta costura # Iconos

Iconos

Imágén: Cristóbal Balenciaga
Autor: Desconocido

Cristóbal Balenciaga

En toda creación impera el sueño, el deseo, en Cristóbal Balenciaga (1895, Getaria-1972, Jávea) además, un conocimiento exquisito del oficio. Como sastre, aprendió primero de la mano de su madre, para pasar después por las mejores sastrerías de Donosti. En 1917 abrió su primer taller en la capital guipuzcoana que después extendería a Madrid y Barcelona, aventura que clausuró la guerra, trasladando los bártulos a París, donde en 1937 inició su admirada aventura con la alta costura.

La sensibilidad de Balenciaga, su pasión por el arte, Goya a Velázquez, sus conocimientos de la cultura nipona así como las influencias de diseñadores ingleses y franceses, germinaron en una suerte de cóctel prodigioso.

Suzy Parker, 1953, de Jhon Rawlings

  Sus piezas tienen mucho de místicas, de esculturas coloristas en las que el rigor lo marca la técnica y la elección de los tejidos. Su insuperable capacidad para aludir a los clásicos, su sencillez nunca exenta de emoción, hicieron que sus creaciones cargadas de misterio y exotismo, propio de quien mama de muchas fuentes, fueran la admiración de los grandes. La combinación de colores, la capacidad de síntesis, sus innovadoras líneas “fluidas y curvadas” que engrandecían una inédita silueta de mujer, marcaron a la moda para siempre. Era el único creador capaz de elaborar de principio a fin sus trajes y además con un nivel de exigencia infinito para incidir en el acabado perfecto, para lograr ese necesario camuflaje de botones que impresiona. Sus hitos creativos radican en la experimentación de las líneas, entre las que destacan la barril, el vestido-saco, o el de túnica. Supo separar para su distinguida clientela, entre las que se encontraban Marlene Dietrich, Greta Garbo, la reina Fabiola de Bélgica y un amplio elenco de la aristocracia española y europea, el formalismo del traje de noche de la sofisticación y discreción necesarias en los trajes de cóctel. Sin embargo fue en sus trajes de noche donde la válvula creativa explotó como una espita, auténtico momento para cargar de suntuosidad a unos tejidos repletos de pedrería y bordados. Se retira en 1968, con una creación masiva, los uniformes de las azafatas de Air France. Como colofón o nota de color si cabe, en 1972, el año de su muerte, diseña el vestido de novia de Carmen Martínez-Bordiú, nieta de Franco y futura duquesa de Cádiz.

*Publicado en La Revista 30/09/2012

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