24 mar 2012

Piel de toro y otros cuernos




Autor: Manuel Prieto
Imagen: toro de Osborne, 1956




    Al toro, por los cuernos, sobre todo si es de pega. El vetusto refranero siempre guarda dichos de quita y pon que te servirán de guía ante las refriegas de la vida, pero no tomar al pie de la letra, que el valor humano es limitado y el toro si viene de lidia, mejor dejarlo pastar, y si no es de carne y hueso, también, que seguro será el de Osborne, que al margen de gigante es patrimonio nacional desde el 97.
Al toro, el de Osborne, le surgieron en tiempos hasta quinientos en réplica anunciándose en vallas publicitarias por la estela carreteril del franquismo, época en la que otear alguna en el horizonte era el entretenimiento favorito de padres e hijos, cada uno mata el tiempo como quiere. Cual toro de lidia, la archiconocida imagen fue creada por Manuel Prieto (Cádiz, 1912-Madrid, 1991) diseñador y cartelista gaditano a quien el peso de su creación para la bodega y la agencia Sahuquillo se le vino encima y lo cegó casi para siempre. ¿A ver quién es el osado en superar su éxito? De los cuatro metros de madera iniciales a los 7 y de hierro con los que resistir el clima, y llegar más tarde a los 14 como lo conocemos.
      En tiempo los leguleyos pensaron en nuestra seguridad al volante y allá por 1988 se llevaron por delante toda valla que pudiera restar la atención. La publicidad de Osborne resistió porque el sentido común fue quien de anteponer el indulto, hasta el 94, cuando un intencionado nuevo Reglamento General de Carreteras pretendió someterlo a la disciplina igualitaria y liberar al asfalto de su presencia y lo hubiera conseguido de no ser por las plegarias y recursos de sus defensores, entre los que no estaban aquellos que interpretaban que en lo nacional no encajaban los nacionalismos, léase periféricos, que deseaban ante todo ser liberados de semejante yugo. En esas estábamos hasta que el Tribunal Supremo sentenció a su favor, en la justicia de seguir viéndolo reinar por las praderas, colinas, montes, de un paisaje cada vez más hormigonado.
         Hoy no llegan al centenar, de vez en cuando, sufren inclemencias de temporales y de las otras, porque hay que reconocer que su imagen es notable y su acción planetaria. La firma, liberada de su corsé estatal ha hecho también campaña allá por México, además de pleitear con todos aquellos que con el tiempo han pretendido mercadear con un icono que se ha aliado con todos, incluso con quienes lo detestaban. De su autor, Manolo Prieto, que es un delicioso ilustrador al margen de pintor.

  *Publicado en La Revista 25/03/2012

1 comentario:


  1. Enrique Mélida fue un gran admirador de la obra pictórica de Goya. Su aportación a la imagen del toro en el inconsciente colectivo de los españoles no ha sido reconocida y, a pesar de ser el pintor de temas taurinos más influyente e importante, de la mitad del siglo XX, Enrique Mélida ha sido rápidamente olvidado.

    Todo el mundo habla de la originalidad de la silueta recortada sobre una loma del Toro de Osborne sin saber que con anterioridad otro autor, hermano de uno de los primeros cartelistas de publicidad españoles, ya pinto una silueta de un toro mirando a un soldado que tenía en su mano una botella de aguardiente.

    Adjunto varias reseñas antiguas de diarios en la que nos hablan de ese pintor y de su cuadro.

    (ABC. Madrid. El carnaval de Roma. 4 de Febrero de 1923. Martín Ávila)

    Maestro en este arbitrio fue Enrique Mélida. Uno solo de sus cuadros, ¡Se aguó la fiesta!, ha sido en España, y lo es aún, más popular que las Meninas y mucho más que el entierro del señor de Orgaz, y, por lo menos, tanto como la más popular obra mística de Murillo. ¡Se aguó la fiesta! es aquel cuadro en que un bravo toro, retinto en negro y corniapretado, se planta amenazador ante un grupo de chisperos que comen regocijados en pleno campo.

    (ESCENAS CONTEMPORÁNEAS. Madrid. Tipografía de Manuel G. Hernández. Año I. Tomo II 1883.)

    Se aguó la fiesta, expuesto en el certamen de 1876 y premiado con medalla de segunda clase, fue adquirido por el Gobierno, y figura en nuestro Museo Nacional. Fue también enviado a Viena, y se ha hecho popular por sus reproducciones, en fotografías, abanicos, jarrones y objetos de arte.

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