27 dic 2011

Arte en la chatarrería




 No nos llevemos a engaño, si en algo destaca el ser humano de hoy es por su atrofia consumista, por una capacidad ilimitada de generar residuos que automáticamente desaparecen de nuestra visión, cuando la mejor lección sería la de tener que convivir con ellos, al menos durante un tiempo.

La reciente muerte de John Chamberlain (Rochester, 1927-2011) me puso sobre la idea de revisitar a algunos de los más afamados chatarreros de la Historia del Arte, artistas inspirados en lo real, en los excesos del consumo y a los que el ready-made duchampiano sirvió de más que valioso sustento. Artistas a los que la automoción y la gestión de su residuos puso en cuarentena, comenzando por el propio Chamberlain, quien en los pliegues, chasis de coches encontrados, en las fisuras y dobleces a los que sometía descubrió esa pincelada lustrosa propia de los expresionistas. Chamberlain era a su arte lo que el jazz a la música, pura improvisación a partir de unas determinadas claves.
Chamberlain


El mundo del arte ha dado maridajes extraños, como el de Jasper Jonhs (Augusta, 1931) y el de Robert Rauschenberg (Texas, 1925-Florida, 2008) historias de amor y de celos mucho más allá de la alcoba. Si la obra del primero se encontraba bien recogida en el aire perfumado de sus pinturas y su estudio, la del segundo estaba más próxima al hedor a grasa industrial de un hangar ferroviario. En Rauchemberg todo era grande, sus ensamblajes gustan de la heroica, más los de los ochenta, esa segunda época a los que el ser artista de éxito global permitió formatos imposibles. Más que imaginarlo recogiendo materiales por los suburbios lo veo comprando chatarrerías enteras.
"Dodge", de Kielholz
César Baldaccini
Arman
Rauschenberg


También en el arte de la chatarrería hay artistas torturados como Edgard Kielholz (Fairfield 1927- Idaho, 1994) En las escenificaciones de reciclaje industrial de Kienholz hay mucho de crítica y de sátira, a medio camino entre lo metafísico y escabroso, de memento mori. Una obra que gusta de narrar el horror y la vida aburguesada de la sociedad americana. Muy distintos usos de la automoción hicieron el artista francés César (Marsella, 1921-París, 1998) quien, muy alejado del “object trouvé” se sirvió de las máquinas de prensado de coches para elaborar una obra sin intención formal pero sí reflejo de la realidad urbana. Armán (Niza, 1928- Nueva Cork, 2005) otro artista francés que encontró la expresión en el carácter seriado de los millones de piezas que se significan en el trabajo en cadena del mundo de la automoción.

Singularmente automovilística es la obra Wolf Vostel (1932, Leverkusen -1998 Berlín) en una estrategia artística en las antípodas de todos los anteriores, un artista que se sirvió de la automoción para erigir esculturas sobre las que acometer sus singulares happenigns. En fín, que las chatarras de la automoción dan para mucho, esto es tan sólo el inicio.

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