19 mar 2015

Yo soy el perro de Pávlov #Iconos #Pávlov

Iconos

Imagen: Iván Petróvich Pávlov


Yo soy el perro al que Iván Petróvich Pávlov (Riazán, 1849; San Petesburgo, 1936) hizo sus experimentos. Seguro que a ninguno de ustedes le haría gracia que le condicionaran así su vida, menos jugando con algo tan primario como es la comida; ellos lo hicieron. Allí me tuvieron, él y su ayudante Twimyer, un tipo bien antipático, en un cautiverio experimental; dicen que los ensayos le sirvieron al científico ruso para formular la ley del reflejo condicional, yo no lo dudo, lo cierto es que  me estuvieron observando durante diez largos años, dando de comer a ratos, cuando no me dejaban con lo puesto sólo por verme salivar, que era cuando más excitados se ponían. Sé que no era yo el único, a veces no se escuchaban más que ladridos.
Todos aquellos logros -dicen- han sido la base del conocimiento sobre los efectos en los traumas de conducta humana, la memoria y la salud mental, pero todo eso y lo que le pudiera acontecer al resto de la humanidad a mí -el perro de Pávlov- me importa bien poco.
Pávlov nos hacía sufrir, también nos alimentaba, pero nunca de una manera lógica, o la lógica -tal vez- se correspondía con un juego conspiranoico. No es digno estar sujeto con arneses a una estructura de madera que no te deja mover un músculo, con una sonda ligada a una cánula que te perforaba la boca, y todo para percibir cómo es tu sufrimiento servido en saliva. Puede que a aquel científico loco le sirviera para hacerse con el Nobel, pero a mí me llenó de sufrimiento. Al principio me acercaban comida al hocico, sin dejar que probara bocado, más tarde ni eso. Parecían disfrutar con el engaño. Sé que todo era una prueba, si yo veía aquel círculo de color significaba el alimento por llegar, la elipse señalaba todo lo contrario. Aún recuerdo la campanilla irritante, tediosa, a la vez que me acercaban un poco de comida con el que satistacer mi hocico, peor cuando la campanilla sonaba sin premio. Yo sé que todo aquello era un experimento. Yo sé que estaban observando mi conducta, mi comportamiento al minuto, mis niveles de saliva. Los hubiera matado si pudiera, a cambio de toda esta fama que hoy lleva su nombre.

*Publicado en La Revista 19/03/2015

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