21 nov 2014

Adiós al erotismo, y a Lucien Clergue #La Revista#Iconos

Iconos

Foto: “Nu de la mer”, 1959.

Autor: Lucien Clergue.

Lucien Clergue


Existen realmente las imágenes eróticas o el erotismo es una invención de la mirada. El discurso viene de lejos, tanto como el propio invento. El realismo de lo fotográfico ofrecía un nuevo grado de excitación sexual a través de las imágenes, del que se aprovecharon avezados comerciantes que vieron un floreciente negocio; al tratarse entonces de objetos únicos -daguerrotipos- se planteaba una circulación restringida. En el XIX eran frecuentes las incautaciones de material indecente, que era clandestino. El problema surgió con las imágenes más laxas que insinuaban más que mostraban, con aquellas, la ley se veía en la tesitura de dirimir entre la legalidad y la moral. Aunque el discurso resuene rancio, de aquella línea fina, cuasi tangencial, establecería, en contraposición, la frontera que definiría lo erótico.
Cien años más tarde, un joven menudo, que iba para violinista y a quienes sus padres no pudieron pagar los estudios en el conservatorio, se enamoró de un invento que le permitiría transitar por el mundo de otra manera. A través de la fotografía Lucien Clergue (Arles, 1934-Nîmes, 2014) tuvo la posibilidad de conocer -en una corrida de toros- a Picasso, a quien enseñaría sus imágenes taurinas, y las otras durante una larga temporada, y al multidisciplinar Jean Cocteau y al poeta Paul Eluard. Sus imágenes evocaron a todos, y le animaron a seguir; el primer libro firmado “Corps mémorables”, de 1957, figuraba con un prólogo de Cocteau, poesías de Eluard y portada de Picasso.
Al margen de las imágenes taurinas y las naturalezas objetualizadas, Lucien sería reconocible por aventurarse en el terreno pantanoso de la fotografía erótica y el desnudo femenino. Se cuenta la anécdota, que la primera chica que fotografió, le pidió que omitiera el rostro, real o no, aquella primera intención generaría un discurso y una forma de narrar que crearía escuela. Imágenes fragmentadas de gloriosos cuerpos desnudos, en escenarios naturales, imágenes cuasi abstractas merced a la dureza de sombras tantas veces recreadas sobre aquellos cuerpos. El artificio erótico de Lucien funcionó, sin duda, un desnudo como si fuera un paisaje, a veces se mezclaba todo; nadie lo trató de obsceno.

*Publicado en La Revista 21/11/2014

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