23 oct 2014

La mirada desnuda #Luís Pérez-Mínguez#La Revista#Iconos

Iconos

Foto: Pedro Almodóvar, 1983.

Autor: Luís Pérez-Mínguez, para  la Galería Estampa, Arco-83.


Almodovar, por Luís Pérez-Mínguez



La de luis Pérez-Mínguez (Madrid, 1950-Madrid, 2014) es una mirada dura, sin complejos. No fue un fotógrafo demasiado reconocido, o al menos no tanto como su primo Pablo, uno de los cronistas de la Movida, pero siempre estuvo ahí.
Su muerte nos hace echar la vista atrás y rememorar la obra de este espíritu libre aferrado a una cámara desde que tuvo consciencia artística y eso que la vida lo postraría en una silla de ruedas a los 16 años tras un accidente acuático. La suya no era una fotografía fácil ni apta para todos los gustos, cargada en ocasiones de un marcado acento sexual que requería la implicación de todos los que formaban parte de su particular troupe con la que se movía, practicaba una mirada descarnada, interesante siempre en los matices y en los acentos que él marcaba, también en la propia perspectiva casi a ras de suelo y sobre ruedas, o inmerso en el agua, el mismo medio que le negó una vida como hubiera deseado. Sus sesiones eran una especie de performance contínuas, una especie de jam sesion fotográfica de final imprevisible, donde se mezclaba de todo, aunque uno se rinde a los resultados, de los que nunca se sabe a ciencia cierta a quien pudiera corresponder la autoría, todos eran partícipes de la imagen, porque lo suyo fue en los mejores momentos una especie de factoría a lo Warhol. Su mirada era clásica, en cuanto a composición, al dominio del claroscuro, el resto era pura autoría y frescura, siempre alejada de la tediosa perfección, una marca bien reconocible de la que hizo gala, y tal vez por ello, y por no prodigarse en demasía, es lo que nos aporta un mejor recuerdo.
“Todo está aderezado con una enorme dosis de reflejos de azar, fantasía y amor”, escribiría para la edición del libro de la colección PhotoBolsillo que le dedicaría La Fábrica, un trabajo muy sincero, con una visión instalada en lo autobiográfico, “base de una complicidad que da un sentido sutil de ternura transparente a mi obra”.
Con presencia regular en el entramado de galerías madrileñas, expuso también fuera, aunque su éxito más mentado fue la presencia en Arco-83, con “El caballero de la mano en el pecho”, donde invitaba a los artistas presentes a posar sobre el fondo con la figura tan reconocible. Eran otros tiempos.

*Publicado en La Revista 23/10/2014

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