Iconos
Foto: Madonna, 1979.
Autor: Lee Friedlander.
Hay imágenes que cabalgan en el filo de una navaja, imágenes que parece que muerden hasta la mano que les da de comer. Forman parte de una historia conocida que nutre la curiosidad de todos los tiempos porque sus protagonistas son rehenes de un reconocimiento planetario, pero no siempre fue así, cada historia tiene un principio y un final.
En 1979 el norteamericano Lee Friedlander ya era el reconocido documentalista que es hoy, autor de unas instantáneas callejeras que dejan sin respiración, una paleta de la imagen capaz de elevar edificios majestuosos a base de dinamitar cualquier clasicismo compositivo sin palidecer en el intento. Encuadres imposibles, plenos de confusión que se alimentan del prestidigitador de la mirada que ha bebido de las mejores fuentes. Sus desnudos mantienen la impronta de las melodías callejeras, el mismo caos con menos elementos en donde lo importante queda en las antípodas del erotismo relamido; inspirado en la hondura y la objetualidad de Edward Weston y Bill Brant, sus desnudos son como comer ostras a pie de puerto.
Madonna, la protagonista, en 1979 se abría al mundo con imprecisos pasos de baile insuficientes para sobrevivir, por ello no dudó en responder a un anuncio de periódico en el que Lee Friedlander solicitaba modelos para un estudio de desnudo al estilo de los ejecutados por sus predecesores pero con toda la plenitud de su mirada caótica y desordenada. Las imágenes de la cantante resultan turbadoras e impúdicas, alejadas de sus cuidados desnudos posteriores de la mano de Steven Meisel o Herb Ritts. Una imagen poderosa que por muchos motivos nos recordará al “Origen del mundo”, de 1886, de Gustave Courbet, en la que seguro se inspiró. Por la sesión la modelo recibió 25 $ que le ayudaron a sobrevivir. Cuando se convirtió en la reina del pop que sigue siendo, la revista Playboy pagó en dura competencia por sus derechos con Penthouse 500.000$, convirtiéndose en objeto de culto de todas las miradas. Una copia de la imagen fue subastada en Christie´s en 2009 por 37.500$, son cifras apabullantes, alimentadas al calor del morbo y el fetichismo, alejadas del buen hacer de Lee Friedlander, que a buen seguro, postrado en su enfermedad, añora el momento.
*Publicado en La Revista 1/09/2013
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