Imagen: CGAC
Autor: Álvaro Siza, 1993
José Paz |
Dos décadas después el CGAC no ha perdido un ápice de su interés como espacio arquitectónico de primer nivel erigido en un entorno privilegiado y para una causa determinada. La elección del portugués Álvaro Siza para albergar un museo de arte contemporáneo en Galicia fue uno de los aciertos más importantes que un servidor recuerda.
Establecer en la monumental Santiago un espacio arquitectónico al pie del convento de Santo Domingo de Bonaval y su monumental iglesia debió de suponer para su autor un reto del que pocos serían capaces de salir indemnes. Antiguo huerto del convento y lugar de paso hacia el hoy Museo do Pobo Galego y la Iglesia de Bonaval, el lugar donde se decidió levantar el CGAC es el espacio común de ambos enclaves, y su arquitectura no compite ni de lejos, esa nunca fue su intención, con la monumentalidad de los otros edificios. En tres niveles, uno bajo el subsuelo, su estructura interior marcada por un continuum de paredes blancas, altos techos y unas salas abiertas en un cuerpo horizontal manejable y práctico lleno de luz que varía dependiendo de las propuestas, ha hecho del museo uno de los más admirados a la hora de exponer obra. La visión interior nada más cruzar su puerta permite vislumbrar un momumental hall de suelo de mármol blanco, a la izquierda, y a la derecha otro gran espacio que acoge la librería, ambos con una extensa cristalera que permite integrar la mirada en el siempre pétreo y misterioso Santiago. Desde la terraza, también hábil para las exposiciones de obra permanente, se sirve de atalaya para descubrir la ciudad.
El CGAC es un edificio racional, vanguardista en el que se encuentra deconstruida la esencia de la monumentalidad de Santiago, cada ángulo es una sorpresa imaginativa, sus espacios polivalentes, un mecano creativo que se regula, un volumen que se recoge en silencio hacia dentro, sin ostentación y con suma maestría. Fue criticado imagino porque las autoridades apremiaban algo más pomposo, el tiempo le ha dado la razón al inteligente y reflexivo Siza, algo que el edificio lleva bien; la estudiada edificabilidad se integra con magia en un enclave tan marcado. Y lo que es mejor, su contenido -vaivenes aparte- refleja buen hacer y marcada coherencia a pesar de los tiempos.
*Publicado en La Revista 14/04/2013
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