29 ene 2012

Marilyn Forever




              Qué no hubiéramos dado aquel tórrido 23-24 de junio de 1962 por ser Bert Stern (Brooklyn, 1929) cuando en compañía de su asistente se dirigía a la suite del hotel Bel-Air de los Ángeles. En sus manos había un encargo importante, pero difícil de imaginar que sería tal de permanecer para siempre en la retina de la historia. Bert y su ayudante Leif-Erick Nygards tenían la encomienda de fotografiar a Marilyn Monroe (Los Ángeles, 1929-Los Ángeles 1962), icono sexual del momento y un mito en ciernes. Bert apostó fuerte, y conminó a la protagonista de “La tentación vive arriba” a posar desnuda, o casi, y ella aceptó, la condición, ocultar una cicatriz de una reciente operación de vesícula que le aportaba un toque menos angelical pero más humano. Ninguno de ellos lo sabía, aquella sería la última, no sólo para Vogue, la eternidad quedaba a un paso, desde entonces el mito hoy pervive vigoroso. 


              Muere joven y deja un cadáver hermoso, y nunca mejor dicho. Así, boca abajo, con el teléfono descolgado y un tubo vacio de Nembutal sobre la mesilla de su habitación fue como apareció semanas depues muerta sobre su cama de Brentwood, la descubrió su criada. Siempre se dudó si por voluntad propia, nada mejor que dejar un toque de ambigüedad al destino para sobredimensionar el personaje, que por otra parte, en vida nunca dejó a nadie precisamente tibio. Trescientas biografías sobre ella dan idea de hasta que punto esa minúscula mujer de infancia triste, de padre desconocido y madre “descuidada”, ha generado morbo. Hoy sería una venerable anciana, pero la seguimos imaginando como entonces, con las mismas curvas poderosas y la sonrisa eterna incrustada en un rostro angelical, matizado por esa peca como de postín. Norma Jeane Parker, su verdadero nombre, calzó amantes y maridos de altura, así, indistintamente, el de más envergadura intelectual y física fue sin duda Arthur Miller, quien le aportó ese toque de estudiosa, pero también hubo otros no tan aplicados, como los Kennedy, Sinatra, Elia Kazan, Joe Dimaggio...la lista es verdaderamente generosa. No existía galán que soportase indemne semejante cuerpo explosivo perfumado en Chanel 5, o sumergido en Don Perignon para anestesiar penas y liberar miedos, como en la famosa sesión junto a Bert Stern, en la 
 cubierta tan sólo un velo trasparente dejaba entrever unos insinuantes senos. En la mítica sesión descubrimos a las dos Marilyn, de la mujer madura y mirada limpia pasamos a otra no tanto, de mirada más bien brumosa y tirada en la cama como hermoso ángel caído, dos botellas de champangne francés mediaron entre ellas. A Vogue no le gustaron o no se atrevió con las imágenes, al día siguiente las repitieron con la actriz encorsetada en un elegante traje negro. Las únicas que publicaron, semanas después ya sólo quedaría el mito.


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